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A LUIS GARVÍN | “Adiós al ingeniero del talento”

Antonio Monje (i) y Luis Garvín (d)

Por Antonio Monje

David Martínez | Miércoles 17 de febrero de 2021

Se nos ha ido Luis Garvín Heredia, empresario lleno de talento, sabiduría y experiencia que aplicaba en todas las facetas de su vida, a su manera, pero resolutivo.

Te has ido y la imposibilidad por la pandemia de ir a verte, postrado en una cama del Hospital de Talavera, ha impedido que me despidiera personalmente de ti.

Me queda el consuelo de llegar a hablar contigo por última vez el pasado 11 de febrero por la tarde y por eso me llevo el recuerdo de tus palabras siempre bromeando. “Antonio estoy mejor pero todavía me queda un poquito para que nos podamos ver y tomar una cervecita juntos”. Bueno, también aludiste a la caza y a las dificultades este año por la pandemia para ello, cómo no.

Por cierto, hablando de temas cinegéticos, fuiste mi gran maestro en muchos apartados de la vida, uno fue éste, el mundo de la caza, las monterías, la menor, experto montero con el que hice el rodaje y persona a la que debo todo lo que sé en este ámbito.

Me quedo con esos momentos inolvidables que pasamos en tu huerta, en mi finca, en los bares, cazando, podando, desbrozando… en fin ‘Cuchito’, siempre te recordaré con esa pícara sonrisa de ‘malandrín’, calificativo que te acuñé por esa vivaz astucia que atesorabas.

Eras listo y avispado, un hombre con frescura de ideas hasta tal punto que te fijabas en cualquier aspecto curioso que te llamaba la atención y del que sacabas algún detalle para poder conversar y analizar con cierto raciocinio.

Tus comienzos fueron duros, siempre me lo decías, de la mano de tu padre aprendiste a forjar tu negocio ‘Agrícola Garvín’, firma de reconocido prestigio que dirigen algunos de tus hijos de manera muy acertada, dejando alta tu impronta.

No había nunca un problema que no supieras solucionar y en esta ocasión tengo que decir que era verdad, sabías de todo, es cierto, y casi todo lo solventabas con un simple martillo y una cuerda, por citar algo tan simple. Salías del paso con impoluta facilidad marcando tu sello.

Siempre te acompañé Luis, siempre para todo lo que necesitabas.

Me llamabas muchas tardes para ir contigo y te ponía bastantes pegas, no por no querer escuchar tu reclamo sino por mis quehaceres profesionales. Era difícil conjugar mis horas tempranas de trabajo con el cariño que yo sé que me pedías y lo hice muchas, muchas veces, hasta que el destino de la vida –nada es casualidad- nos separó aunque sin distancia.

Luis nos volveremos a ver, te lo llegué a explicar cien veces, pero tú –escéptico– no lo creías, ya lo verás.

Gracias por tu amistad, agradecido por tu cariño y siempre por apoyarme en mi trabajo, en mis nombramientos, premios, presentaciones… bueno, es que te acabas de marchar y no me lo creo.

¡Hasta siempre!

Ah, recuerda que allí arriba seguro que también te podrás echar muchas risas, cuando yo llegue me lo cuentas, amigo.

Antonio Monje.

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