OPINIÓN

Eróstrato y la fama

Manuel del Rosal

David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
“Señal de tener gastada la fama propia es cuidar de la infamia ajena” Baltasar Gracián, jesuita español.

Mientras saboreamos un excelente licor de hierbas mi amigo rico aprovecha la sobremesa para contarme lo que sucedió en tiempos del imperio Persa. Un programa televisivo de sobremesa de esos a los que tan dados somos los españoles en los que todos los que figuran se venden y se alquilan, se lo trae a la cabeza. Con gesto de hastío apaga el televisor y comienza. -Hace 2.400 años en el imperio Persa existió una muy famosa ciudad llamada Éfeso. En ella se asentaba una de las siete maravillas del mundo: el templo de la diosa Artemisa llamada Diana por los romanos. Uno de los vecinos de esa ciudad era Eróstrato, un pastor de cabras. Un día el bellísimo templo de la diosa apareció comido por el fuego. Las investigaciones condujeron hasta Eróstrato que, acusado, no sólo no lo negó; sino que se jactó de haberlo hecho. Cuando los jueces le preguntaron el motivo que le llevó a destruir el templo, Eróstrato contestó: LA FAMA. Quería dejar de ser un don nadie, alcanzar fama y ser recordado. El emperador Artajerjes publicó un edicto por el que se prohibía hablar, escribir o tan sólo mencionar el nombre de Eróstrato bajo pena de muerte para, de esa forma, condenar al ostracismo a quien no dudó en quemar el templo de Artemisa con tal de alcanzar fama.

Políticos, deportistas, cortesanas y cortesanos, presentadores y presentadoras de TV, chulos, prostitutas y prostitutos, cantantes, actores y actrices, periodistas, artistas varios, vagos, ladrones, modelos, parásitos y gente del común venden su alma, su vida, su intimidad y su cuerpo – este lo vende, lo arriendan, lo traspasan lo ponen en usufructo – con tal de alcanzar fama por muy efímera que sea. También, como Eróstrato, echan fuego por sus bocas como lanzallamas de infamia contra quien sea, como sea y cuando sea. Queman personas, familias, instituciones y todo cuanto se ponga en su paso. Mientras más fuego mejor. Mientras más infamia mejor, mientras más calumnia mejor, mientras más daño hecho más audiencia en los programas que acogen a esta fauna variopinta -.

Artajerjes y con él todo su imperio enviaban al ostracismo a quienes, buscando efímera fama, hacían daño a sus semejantes, al patrimonio y a las instituciones. Aquella sociedad de hace 2.400 años no premiaba a los que hacían daño buscando efímera fama; esta sociedad los encumbra, los eleva a la categoría de “famosos”, los pone sobre un pedestal de mierda y cubre sus cabezas con el laurel de la podredumbre. Hoy y aquí basta con llenar los espacios de información basura para que te etiqueten de famoso; eso si, debes quemar todo y a todos los que pongan ante ti y, por supuesto, estar dispuesto a vender tu alma, tu cuerpo y el de tus más allegados si esto es preciso.