Hay tantas cosas a día de hoy que me entristecen y no sabría cuál de ellas es la peor. Podría empezar por cualquiera, las personas muriendo solas en los hospitales, sin nadie que les coja de la mano y les acompañe en el tránsito de esta vida a la otra, las familias que pierden seres queridos y no pueden abrazarles para despedirse.
Y los pobres sanitarios sin dar abasto.
Creo que esto es lo más triste de esta desgraciada pandemia, pero hay otras muchas, ver cómo un país se va desmoronando poco a poco, como un castillo de naipes al que sopla el viento y nadie puede sujetar las cartas.
Vemos día a día cerrar empresas, tiendas que han estado ahí durante años y ahora no soportan más los pagos sin tener ingresos. Bares con apenas cuatro personas en la terraza, el otro día Toni, dueño del bar debajo de mi casa colgaba una pancarta en la fachada del suyo con una leyenda “por el futuro de nuestros hijos”…menudo futuro les vamos a dejar, hipotecados de por vida, eso suponiendo que podamos darles de comer.
Es triste ver cómo un gobierno es capaz de pactar con cualquier impresentable con tal de sacar adelante un presupuesto o lo que sea, a pesar de haber dicho lo contrario.
Tener que ver sentados en nuestras más altas instituciones, gente que está de acuerdo con la eterna matanza que ETA ha perpetrado en nuestro país durante años. Bajo el pretexto de la necesidad y la importancia de aprobar un presupuesto, que no tengo ni idea si es bueno o malo, pero los que lo apoyan no son buenos, no lo fueron nunca y ahora no han cambiado. Personas que están cobrando un sueldo de un Estado al que no respetan y lo dicen a cara descubierta, y no solo cobrando su sueldo, porque lo que hayan acordado por su apoyo no lo sabemos y eso estoy segura, que nos costará muy caro a nosotros y al país.
Otros que quieren romperlo y también están ahí, eliminando derechos de sus propios conciudadanos, porque muchos en Cataluña quieren continuar hablando y estudiando en Español, pues perderán ese derecho, porque el gobierno prefiere eso y aprobar el presupuesto y la ley de educación al precio que sea.
Luego están los que piensan que la educación concertada es elitista (a pesar de que todos los políticos relevantes llevan a sus hijos a colegios carisísimos). Pues éstos ignorantes no se dan cuenta que todos los colegios, a excepción de los privados se mantienen con fondos públicos, fondos que aportamos todos los ciudadanos y por lo tanto “deberíamos” todos los ciudadanos, poder tener la libertad de llevar a nuestros hijos a donde nos salga del “moño”, por no decir una burrada que no quedaría nada bien, es decir, si con mis impuestos se sostienen todos los colegios ¿por qué no puedo elegir el que yo quiera para mis hijos?
Ya que no puedo hacer como ellos, llevarles al mejor colegio de la ciudad porque me cuesta un riñón y no puedo pagarlo. Pero no, a colegios públicos, pues que se enteren sus señorías, en mi ciudad se da la paradoja que hay más colegios concertados que públicos lo que significa que si obligan a toda la ciudadanía a llevar a sus hijos a colegios públicos ya pueden coger el pico y la pala y ponerse a construir colegios públicos para poder acoger a todos los alumnos. ¡Ah que no interesa! Porque les sale más barato darle dos duros a un colegio a través del concierto y que se apañe.
Las eternas colas del hambre como las llaman ahora, gente que se ve obligada a pedir comida para subsistir, por cierto mayoritariamente en entidades que son de la Iglesia, la gran perseguida también por este gobierno. Es curioso porque no he visto colas a las puertas del Congreso o el Senado o Cortes Regionales o Ayuntamientos…
Esto también es muy triste y otras muchas cosas que alargarían este artículo, hasta el infinito y más allá.
Todo es muy triste, la desolación a la que nos están abocando cada día que pasa, el desconcierto de los ciudadanos de a pie, o sea, los que mantenemos el país y ellos allá arriba, en su Olimpo particular, cobrando por todo, dietas desplazamientos ¡ah y se suben el sueldo! Por si fuera poco.
Todo es muy triste, menos su vida que se les ve felices y contentos, aplaudiéndose unos a otros como si todo lo hicieran bien.
P.D. Del IVA de las mascarillas mejor no digo nada.