OPINIÓN

La caída del Mercado

Carlos Granda

David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
Decían que ya no se utilizaba. Que los tiempos han cambiado y que ya no era necesario acudir a uno de sus numerosos corrales para examinar la dentadura o el pelaje de los animales, que ahora eso se puede hacer en un pequeño despacho con la única presencia de una pantalla de ordenador.

Ya no hay apretón de manos ni se brinda con con vino o aguardiente para celebrar un buen trato. El Mercado Nacional de Ganado ha caído y la transacción es ahora fría e impersonal, como casi todo lo que nos trae esta nueva era.

Aquella magna estructura metálica, la más importante de sus características de toda Europa, es ahora un triste cementerio de hierros y escombros y no han transcurrido ni veinte años desde que el Rey Juan Carlos inaugurara unas instalaciones punteras acordes con la fuerte tradición y el peso que la ganadería había tenido siempre en Talavera. Y sí, uno es consciente de que todo evoluciona y las nuevas tecnologías marcan el ritmo al que todo se adapta, pero uno no puede evitar pensar que, con tanto terreno baldío y tanta nave fantasma en Torrehierro, se podría haber ubicado en otro punto a la aplaudida Senoble y evitado así el derribo y otorgar otro uso, aunque fuera en unos años, a unas instalaciones imponentes y prácticamente nuevas.

No me imagino que en veinte años la maquinaria pesada se agolpe junto al Tajo, si es que todavía queda entonces algo de él, para reducir a escombros el puente atirantado y sacar los pedazos de acero y hormigón a subasta. Parece impensable que algo así pueda pasar en sólo dos décadas con una de las obras de ingeniería más faraónicas de todo el Viejo Continente, pero también pensamos lo mismo en el año 93 cuando se descubrió la placa del entonces nuevo Mercado. Y eso que, a diferencia del puente, a aquella instalación ganadera se le daba uso tras su inauguración.


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