Un estudio de test en la India
(Foto: (Farooq Khan / EPA)).
La Comunidad de Madrid ha anunciado la llegada de dos millones de test rápidos capaces de detectar la infección activa por covid-19. A diferencia de abril, esta vez parece que funcionan bien
Redacción La Voz del Tajo | Domingo 06 de septiembre de 2020
Antonio Villarreal escribe en El Confidencia que aunque ha pasado bastante desapercibida entre tanta polémica, la llegada a España de los primeros test rápidos de antígeno es una de las grandes noticias de esta semana por su potencial impacto en el curso de la pandemia. Este viernes, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero, adelantó la compra de dos millones de unidades de esta nueva clase de test. Es conocida la afición de las autoridades de la región a los anuncios grandilocuentes en materia sanitaria, pero en esta ocasión el anuncio tiene importantes diferencias con respecto al ejercicio de test masivos hecho con los profesores o en las zonas afectadas del sur.
Vamos por partes.
Los test rápidos de antígeno se diferencian de los de anticuerpo en que buscan trozos de ARN del coronavirus (proteínas de su nucleocápside) y no esos 'soldaditos' que se producen tras la respuesta inmunológica. Es decir, sirven para detectar individuos con una infección activa y no aquellos que ya hayan pasado la enfermedad. Técnicamente, estos test no son una novedad. En abril ya padecimos el precedente fallido de aquella partida de test de la marca china Bioeasy Biotechnologies.
Aquellos test de antígeno, adquiridos a un proveedor cuya identidad el Gobierno se negó a desvelar durante semanas, solo alcanzaban una sensibilidad del 30% cuando en realidad se suponían muchísimo mejores. No fue un caso aislado y prácticamente todas las comunidades autónomas españolas —y todos los países del mundo— se encontraron con test defectuosos comprados a intermediarios de dudosa reputación.
Era un momento crítico en el que el suministro de PCR estaba también comprometido, por ello solo se hacían pruebas a casos hospitalizados.
La reputación de este tipo de test rápidos de antígeno cayó en picado, pero en estos últimos meses han ocurrido varias cosas que han provocado su retorno estelar: las agencias reguladoras se han puesto más serias a la hora de separar el grano de la paja —en marzo y abril muchas empresas asiáticas aprovecharon para meter productos sin garantías en los mercados norteamericano y europeo— y las empresas de test diagnósticos de estas regiones se han puesto las pilas para fabricar sus propias pruebas, dotándolas de más tecnología y por tanto de una mayor fiabilidad.
Entre el 18 y el 27 de agosto, la FDA estadounidense autorizó —mediante el Uso de Emergencia— los dos primeros de estos nuevos test rápidos de antígeno, el SARS-CoV-2 Ag Test de la británica LumiraDx y el BinaxNOW Covid-19 Ag Card de la farmacéutica Abbott. Este último tiene el tamaño de una tarjeta de crédito, cuesta cinco dólares (4,2 euros) y en 15 minutos es capaz de decir si alguien tiene o no la enfermedad.
Sigue sin ser equiparable a las pruebas basadas en la reacción en cadena de la polimerasa, que siguen siendo el 'gold standard' para detectar el SARS-CoV-2. Particularmente, los test de antígeno fallan a la hora de detectar positivos con muy poca carga viral —lo que sucede en las primeras fases de la enfermedad— que uno de PCR sí pillaría, por eso en la primera ola había tantos test de antígeno que fallaban. Por otro lado, se supone que los pacientes con tan poca carga viral emiten también muchos menos virus y contagian menos. Sin embargo, este tipo de test tiene la ventaja de que no están limitados por la falta de reactivos. De hecho, Abbott anunció la producción de 50 millones de unidades de su nuevo test.
Así, menos de dos semanas después del debut de este nuevo tipo de test en Estados Unidos, Madrid anuncia que se hace con dos millones de unidades.
TEMAS RELACIONADOS:
Noticias relacionadas