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Pero hoy estamos obligados a homenajear a un entrañable AMIGO y COMPAÑERO, Ricardo Martín Colmenero, el creador de “Páginas de la Memoria”

Redacción La Voz del Tajo | Viernes 31 de julio de 2020

Esto escribía nuestro Ciego del Berrenchín el día 29 de diciembre del pasado año, aclarando nuestra inocentada del dí 28. “Este ya viejo comunicador, y ciego, tenía un amigo que hace tiempo, mucho tiempo ya, me decía: “esta Talavera es la REINA de los estultos” (Necio y tonto según la RAE). Era don Ricardo Martín Colmenero -para los amigos de confianza “Buscalíos” y jamás se enfadó cuando así lo llamábamos- que, pese a ser salmantino de nacimiento, se había hecho persona y señor respetado en nuestra ciudad, donde además había formado una familia y se sentía más talaverano que nadie. Argumentaba su tesis -chascarrillos, sin duda- cuando observaba a las damas de los “supuestos” ricachones -alguno familiar muy directo- con abrigos de visión y decía, “no pagan la comunidad y en el banco sus cuentas están siempre en números rojos, pero eso sí, tienen letras y apellidos ilustres...”. Las sonrisas de los Pepe Retana, Igroso, Emilio Jiménez, Manuel Hernández, Julio Martín o el joven Alberto Retana asentían siempre y no le desrazonaban jamás. Hoy, tras lo vivido ayer en este medio, quien suscribe sólo puede decirle: “gracias, sabio”. Vivíamos el día a día con humor, a pesar de las dificultades que atravesábamos. Las entidades bancarias de nuestra querida Talavera lo saben bien”.
Pero si algo puede definir a RIMACO, nadie mejor que mi entrañable Julio Martín, que así nos hacía encoger el alma tras su muerte, con el obituario en La VOZ de Talavera -donde también fue partícipe de noticias y comentarios- que reproduzco íntegramente.

Le decía yo al entrañable e irrepetible Ricardo Martín Colmenero, para que llegara al cabreo definitivo en el fragor de esos socarrones pulsos dialécticos que mantenía con cualquier bicho viviente que se cruzaba en su camino, que me reservaba mis comentarios sobre él y sus circunstancias para la columna que pensaba dedicarle cuando muriera, poniendo él invariable fin a la cuestión y a la efímera porfía con su habitual ¡que te den por culo, Julito! Y en esa dolorosa tarea estoy, limitado por la nostalgia y la impotencia, sin posibilidad alguna de que, como siempre sucedía, el proyecto de columna quede disuelto en las copas y las risas de los componentes de aquel inolvidable grupo de rompe y rasga que Pepe Retana acogió en una redacción, la de aquella Voz del Tajo, demostradamente ducha en cerrar, con idéntica facilidad, ediciones periodísticas y bares.

A aquella redacción, la de la casi extinta vieja guardia, llegamos tanto Ricardo como yo de la mano de Igroso para dar, bajo su batuta, nuestros primeros pasos en la búsqueda y narración de unas noticias de las que Rimaco era definitivo ar­quetipo. Fuera donde fuera, hablara con quien hablara e hiciera lo que hiciera, él era siempre la verdadera noticia en nuestras incontables y hasta inconfesables correrías informativas. Y lo era por su socarronería e ironía, por su descarada sinceridad, por su aborrecimiento de lo políticamente correcto, por su animadversión hacia la gratuita prepotencia, por su profundo conocimiento de los entresijos de la sociedad talaverana y, sobre todo, por estar convencido de que la crítica social o personal debe hacerse en directo, sin tapujos y al primer toque, como a él mismo le gustaba decir.
Una putada más de las de Ricardo, porque cuando volvíamos a la redacción a cumplir con las páginas que Igro nos tenía preparadas, él ya había hecho el periódico y cerrado la edición en los campos de fútbol, en las ruedas de prensa, en la barra de los bares, en los esporádicos encuentros con los mandamases o en cualquier otro de esos escenarios en los que la inconfundible e intransferible dialéctica de Rimaco anticipaba y se imponía a lo que posteriormente vocearía el Tajo en negro sobre blanco.
Así era Ricardo, claro, directo y polémico, y así aprendimos a quererle los que ahora nos sentimos huérfanos de él. Los que ya tan sólo podremos alimentarnos de su imborrable recuerdo y de muletillas tan suyas como las de "quisiera que me entendieras", "tienes tres metros bajo tierra", "estamos tocando tablas", "qué putada esto de ser del Atleti" o aquel "¿hay ruido?", cuando se acercaba la hora de cobrar. Meras migajas ante la irreparable pérdida de un compañero emblemático y carismático que para nadie resultó indiferente. Tampoco, claro, para los miembros de esta redacción en la que su muerte ha causado lógico dolor y pesar. Aquí estamos, compañero, llorando tu pérdida y sin entender por qué coño te has ido. En cualquier caso, no tengas prisa a la hora de cantarnos bis a bis esta última crónica. Quisiera que me entendieras, Ricardo, como tú mismo dirías en cualquier trance de magnitud similar a la que ahora atravesamos todos cuantos te que­remos. Y esta es la columna prometida, compañero. Que la disfrutes en paz.



Y éste fue el acróstico de IGROSO en una comida homenaje que le dedicamos en La VOZ del Tajo.

Recio en el narrar, sabio y certero.
Indómito sultán en campo ajeno.
Cáliz y patena de su ego bueno.
Audaz e impenitente reportero.
Ricardo es Martín y Colmenero.
De escritura charra en su terreno.
Otrora juez del fútbol. Nazareno,
Mártir, galán, señor o pendenciero.
Así fue su vida, más fue el amigo,
Rector de la trama y de la intriga,
Termo en su creencia salmantina.
Instala con orgullo ya el testigo
Natural por la edad y la fatiga.
COLMENERO hoy lega su Doctrina.


Y a continuación una serie de fotos de cuando fue árbitro, delegado del CF Talavera y redactor de diferentes medios. Mi abrazo Richard allá donde estés “montándola”, como siempre en tu vida. Te añoramos en estos tiempos de frustraciones, tristezas y gentes sin una pizca de humor. Disculpen por la calidad de las imágenes, pero estamos obligados a emitirlas.


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