¿Cuántas veces nuestros mayores han intentado inculcarnos la importancia de la “apariencia”?
¿Cuántas veces la Sociedad de forma implícita nos ha tratado en función de la imagen que proyectábamos al exterior, más allá de pararse a verificar si el trato era equitativo a lo que se tenía enfrente o bien se correspondía únicamente con información somera que, casualmente, estaba mediatizada por toda una suerte de prejuicios tamizados hábilmente en intuición y primeras impresiones?
Me hago la pregunta de si “Mulier Caesaris non fit suspecta etiam suspicione vacare debet”?. Y yo sola me voy a responder: pues … va a ser que sí. Que “la mujer del César aparte de serlo debe parecerlo”. Y es que a pesar de ser consciente de que el objetivo de estas líneas dista mucho de representar el episodio romano en el que Publio Claudio Pulcro se coló –literalmente hablando- en la celebración exclusivamente femenina del culto a la “Bona Dea” disfrazado de tañedora de lira, el silogismo con este episodio de la Historia nos llega que ni pintado.
Porque en aquel entonces, y tras el desafortunado encuentro sexual de la esposa de César –Pompeya Sila- con el citado impostor, y los consejos de Estado de Aurelia a su nieto sobre la peligrosidad que revestía el divorciarse de su señora (a pesar de que la historia del adulterio con la “tañedora” ya había corrido como la pólvora por toda Roma) por ser aquella una mujer de poderosa familia e ilustres ancestros, pero cuyo poderío no pareció obnubilar a César y afirmar de ella que a pesar de su noble procedencia y magnífica alcurnia, no era precisamente la imagen que tenía que haber dado y por ello no era digna de seguir siendo esposa.
Y ahora sí, trayendo la reflexión de la “apariencia” a nuestros días nos topamos con la necesidad imperiosa de comprobar cómo miles de años después de aquella anecdótica situación: ¿Las cosas han de ser como parecen o quizá parece lo que son?
Vamos por partes. Nadie pone en duda que las situaciones excepcionales nos resitúan en un escenario diferente donde pueden ponerse en cuestión cosas que en un contexto normalizado hubieran tenido una cabida distinta o acaso ni siquiera hubieran sido planteadas.
Pero a cada cual lo suyo. Y la situación actual no sólo lo requiere, sino que lo exige a voz en grito.
Gobernados como estamos por siglas de diferente color, apareadas artificiosamente con una suerte de suma aritmética y las ganas de ocupar sillón pese a quien pese … se reúnen bajo el mismo techo el intento de una moderación de izquierdas (encarnado por el PSOE en su conjunto, ya que no pongo la mano en el fuego por la centralidad de algunos de sus dirigentes actuales) con un Podemos sectarizado, inoperante, a lustros de pisar suelo terrenal y aún menos de conocer las necesidades de aquellos a quien gobierna y aún menos de quien dice proteger.
Y es que en el momento actual, hay que aparcar la ideología a un lado y centrar el discurso en lo que es bueno para todos, y no sólo para aquellos que creemos –y confiamos a pie juntillas- que serán nuestro caladero de voto cada vez que haya que hacer el gesto de la muñeca y el sobre en la urna.
Porque ahora toca defender el turismo nacional y no decir que lo nuestro es “un turismo precario, estacional y con bajo valor añadido”. Tampoco centrarnos en territorios insulares. ¿Qué ocurre, que los millones de familias que comen de su trabajo en el Levante, en la cornisa cantábrica, en las costas andaluzas o en nuestro precioso interior, pueden hacer un receso en llenar sus despensas “hasta más ver”?
¿Y dónde ha quedado la defensa de la igualdad de toda la ciudadanía? Ahora va a resultar que es cierto que existen gradaciones, como en otros países de otras latitudes que no quiero entrar ni a nombrar. Y no son iguales los chavales que van a la escuela concertada o que necesitan ir a educación especial que aquellos otros cuyas familias –y que conste, me parece magnífico- eligen libremente llevarles a la pública.
Ojiplática me quedo cuando el vicepresidente de un Gobierno, nacional para más señas, busca argumentos para explicar la okupación ilegal de viviendas, en vez de proteger –que ni siquiera me atrevo a pronunciar el verbo fomentar- la propiedad privada. Más metido en el papel de activista que de un miembro respetable de Gobierno. A lo de cumplir con la Ley, me refiero. Y con la tibieza de un PSOE entregado a sus encantos –y exigencias-.
O un Gobierno que hace escasas jornadas “recomendaba” no utilizar mascarillas “porque no le veía el sentido”, cuando en realidad lo que ocurría es que no contaba con reservas de ellas, pero no por su falta de necesidad sino porque sencillamente no tenía acopio de las mismas.
¿Y qué decir de los 13.000 fallecidos que se hospedan en el limbo de los no reconocidos y que varios meses después aún desconocemos la certeza del por qué?
¿O de las necesarias reformas de la Estructura del Estado, los ajustes, la revisión de la financiación autonómica, la lucha contra la despoblación, los autónomos, las pymes ….?
Sí, definitivamente, Mulier Caesaris non fit suspecta etiam suspicione vacare debet”? Necesitamos, con urgencia, un ápice de credibilidad, dentro y fuera de nuestras fronteras.
Susana Hernández del Mazo, concejal del grupo municipal de Ciudadanos en Talavera de la Reina