El Tajo es un tema recurrente y una preocupación constante en la poesía de José María Gómez. El Tajo, que José María gusta invocar respetuosamente “Padre Tajo”, es el río de nuestra tierra, pero también el único río español que es de todos los españoles. Y, por supuesto, es el río más contaminado de cuantos riegan la geografía peninsular. Dos son las razones. Al saqueo del agua pura de la cabecera se añaden los vertidos inmundos que recibe a lo largo de su curso. Todo ello contribuye a la impresión que recibe todo el que le contempla: el Tajo es un río moribundo, un río que se debate en una angustiosa agonía putrefacta y maloliente.
A nuestro poeta esto le duele, lo sufre calladamente y lo expresa en tres hermosísimos sonetos líricos, elegíacos, es decir, expresión del dolor que el alma siente ante la muerte. En la lectura detenida de sus versos comprendemos que el Padre Tajo es, finalmente, un símbolo del alma del poeta. Como el río, el poeta se siente “reflejo”, “sombra vana”, “fugitivo”, en definitiva, un ser para la muerte.
He aquí el enlace para visualizar el videopoema de estos tres sonetos elegiacos de impecable construcción: