Entre los muchos espectáculos de la primavera, que nos hemos perdido en la reclusión que hemos padecido por causa de la pandemia, la floración de los cerezos del Jerte ha sido uno de los que más hemos lamentado no contemplar. Cada año, al entrar al primavera, numerosos talaveranos y gentes de la comarca solemos acercarnos a las orillas del Jerte, ese paraíso de blancura que deleita nuestra mirada, la acoge pacíficamente y libera nuestro espíritu al tiempo que lo llena de una inefable sensación de belleza. Este año no ha podido ser. Pero José María lo ha evocado con versos exquisitos, que nos trae aquí recitados por su única inconfundible voz de poeta.
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