OPINIÓN

OPINION | Entre Rozalén y Neruda

El ciego del Berrenchín | Domingo 19 de abril de 2020

“Cuando salga de ésta iré corriendo a abrazarte”, dice la manchega Rozalén en su canción del confinamiento. Y tiene razón, porque ahora mismo es lo único que nos pide el alma en momentos que echamos tantas cosas de menos... El abrazo de las hijas y los nietos; las risas de los amigos en el bar; las reuniones de los compañeros de cincuenta años, la inútil discusión por el fútbol; las partida de cartas y todo lo que hemos dejado en estos largos días de soledad y de miedos. Sí, porque los miedos nos han transformado, espero que para bien, en personas que han sacado de sus adentros lo que permanecía dormido: generosidad, solidaridad, disciplina y paciencia. Ésta, la que nos ha faltado en muchas ocasiones, para ver que la vida tiene el valor que tiene cuando te das cuenta que muchos la pierden sin esperarla. Mientras “siga enjaulado” he decidido intentar sacar de mi lo mejor que tengo: el aprecio por la lucha de quienes exponen su vida por la de los demás sin pedir nada a cambio. El altruismo de muchos como nosotros que permanecía oculto o nos era desconocido. El valor de saber entender el día a día con el respeto que la sociedad demanda para ganar esta “batalla”.

La fuerza para amarrarse a la esperanza de que “cuando se quemen las jaulas y vuelva a levantarse el telón, recordemos siempre esta lección que traerá un mundo mejor”. Hoy, seguro, somos ya mejores personas aunque lo hayamos conseguido a base de estar enjaulados, observando una primavera que no hemos disfrutado; añorando la gracieta de los pequeños pedigüeños -un beso a cambio de un cromo- que son los nietos en las edades que tienen... Y no, no olvidaremos jamás, “que en este remanso también se ve la vida pasar”. Recluido, o preso por imperativos del bien común, he mirado por la ventana tantas veces... Me he desgastado las manos todas y cada una de tantas tardes... He puesto mis pupilas en el cielo tantas noches... Que las sirenas de las ambulancias, los policías o los bomberos me suenan a oraciones por los que “se fueron sin despedida” y que a todos nos duelen. Pero abriré “el tarrito con todos los besos y abrazos que tengo guardados” para que puedan volar libremente a sus destinos. Como los pájaros que revolotean en mi balcón, las gotas de lluvia que se refugian en mi ventana y el viento que cimbrea las hojas de los árboles de mi plaza.

Y ayer sábado 18 de abril -35º día de confinamiento- Sánchez nos pedía otro esfuerzo más y nos tendrá de su lado, seguro, aunque lo cierto es que cada día nos va costando más y más... Pero no podemos decir que no cuando hay tantas vidas en juego, que eso sí importa. Bastante más que los que algunos digan en una redes sociales repletas de inmundicias, de falsedades, y de odio. Sí, porque esta crisis va a dejar muchas rupturas, si cabe más aún que el independentismo catalán meses atrás. Mas sigo confiando en España, en sus gentes, en sus políticos -de cualquier ideología si es que de verdad ésta aún existe-, y en el mundo globalizado. Porque todos y cada uno de nosotros somos, ante todo, seres humanos, de carne y de hueso, y de alma. Sí, el alma que nos distingue de otros seres de la creación y que nos hace mostrarnos ante los demás tal cuales somos: con sello de caducidad. Volveremos, claro que sí, a la normalidad aunque ya todo no sea igual, para disfrutar de la familia, de los amigos, del abrazo, de las risas, de los bares, del cine o del deporte; y tarde más o menos en que esto se dé, sí al menos nos miraremos de otra manera si es que somos capaces de abandonar el miedo y, sobre todo, el odio que nos aleja y separa de esa unidad tan necesaria para vencer. Y yo, que camino a por los setenta, deseo vivir lo que me quede de vida con la conciencia tranquila y sabiendo que he cumplido con lo que el momento vigente me demanda. Por eso, y aunque no soy muy dado a utilizarlas, he decido cerrar las puertas al facebook, al instragram, al twitter, al... Y como escribía Neruda, sí tengo miedo de acuchillarnos entre nosotros...

“Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde”.

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