Carlos Granda
David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
Leía el otro día en un portal de Internet, y no puedo estar más de acuerdo con ello, que si no fuera por Leyre Pajín muchas veces no tendríamos de qué reír en España.
Huérfanos de geniales humoristas como Tip y Coll, Eugenio o Gila, la ministra parece afanada en hacerse un hueco en la selecta recua de personajillos que atormenta e insulta la inteligencia de los habitantes de este país y que ya todos conocemos. Basta con encender el televisor o abrir una revista.
Debo confesar que, desde que irrumpió de golpe y porrazo en la escena política patria con su desmesurado afán de protagonismo, sus aires altaneros y, sobre todo, su discurso siempre vacío y carente de toda lógica, la señorita Leyre nunca ha sido objeto de mi devoción.
Procuro, por no estropearme el día, no prestar mucha atención a la colección de sandeces que puede llegar a decir esta mujer cada vez que agarra un micrófono, pero a veces es inevitable no reaccionar ante tanta tontería. Entre la incapacidad para salir de la crisis, los faisanes y demás zarandajas, uno empieza a pensar que este Gobierno ha colocado ahí, de ministra nada menos, a la Pajín para dar un poco de circo al pueblo ante la imposibilidad de ofrecerle pan y así desviar la atención de todo lo que está cayendo.
Como el romance entre Piqué y Shakira o el tostón de llenar programas cada año por estas fechas a costa del 23-F, el tema del tabaco se está convirtiendo ya en un asunto bastante pesado, una cortina de humo para que no se hable de lo mal que va el país demasiado pesada y manida, pero los tiros de la última perla de nuestra ministra han salido disparados por esa pistola.
Ella, que enarbola la bandera del progresismo, se desmarca defendiendo a capa y espada que si un actor se echa un cigarrillo en un momento puntual de una representación teatral está quebrantando la Ley. ¿A dónde vamos a llegar con tanta tontería? La polémica comenzó cuando una señora denunció que en el musical 'Hair' se fumaba en escena (parece ser que el pitillo era de una especie de hierbas por si el actor no tiene hábito nicotínico) exponiendo cruel y peligrosamente la salud de todo el patio de butacas.
El Gobierno parece empeñado en estirar esta absurda moda tabaquista para tener al pueblo entretenido y con algo de que hablar, y aquí entra la Pajín. Es curioso como en este país se pasa del blanco al negro de un plumazo. Hace años se fumaba en hospitales y colegios y ahora nos escandalizamos por que un señor pegue una calada a un cigarrillo por exigencias del guión. Una prueba más de que estamos idiotizados y, claro, así nos luce el pelo.
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