Como ya avisé la semana pasada cierro la edición de la serie de ‘Cuentas pendientes’ y la prosigo en la dirección que aparece al final de esta columna.
¡Ah, por cierto! ahí respondo a los que libremente habeis cargado contra mí en la página web de este periódico que, merecidamente, es mejor y cada vez más visitada. Ahí contesto a un tal Pedro Alonso y a otro tal Álvaro Gutiérrez, y a la carta anónima de alguien (al parecer un ex-compañero que no se quiere identificar) y que publico junto a una imagen del sobre escaneado que carece de remitente como la carta carece de firma. Pero en ella dice que ya soy su ‘ex-amigo’ [sic]. No se la pierdan. Ni tiene desperdicio su misiva
ni tiene desperdicio mi respuesta.Pero tomemos un caramelo. Me encanta que este medio crezca, que creemos polémica, que seamos referente. Eso quiere decir que lo hacemos bien. Contamos con un elenco de opinantes excelente, el mejor de la provincia, en cantidad y también con gran calidad. Editamos el mejor semanario de Talavera, Torrijos y sus comarcas, buscamos el perfeccionar cada día, intentamos dotar a nuestro medio de los mejores adelantos, de la optimización de esta Voz del Tajo que usted tiene en sus manos. Bueno, todo esto puede sonar a vanagloria, pero los hechos no nos contradicen y la OJD (la auditora de nuestra
difusión y de muchos otros periódicos) refleja datos que muchos quisieran.
Y, como se dice popularmente: tú contesta ‘bien’, cuando te preguntan ‘¿qué tal estás?’, para que el que no te quiera se jorobe y el que te quiere se alegre. A mí, ahora me ha dado por responder ‘mal’ a ese ‘¿qué tal estás?’. Es la fórmula para que algunos se satisfagan ante mi respuesta y otros, los verdaderos amigos, me pregunten preocupados. Confesaré que estoy en la flor de la vida, aunque a
algunos les pese. Pero como cada uno somos como somos a mí me gusta ir contracorriente. Es un placer el ver que quien no te quiere pone cara de ‘jódete, capullo’ cuando tú estás perfectamente. Es lo malo del periodismo, reconocemos los gestos, las facciones, los movimientos, el circular de los ojos... tenemos al final el problema de que sabemos que a quien tenemos enfrente nos está mintiendo o nos habla con sus verdaderos sentimientos. Pero entra dentro del sueldo. La gran mayoría de los políticos saben hacerlo.
Permítanme esta lapidaria sentencia (como último caramelo) para el final, para que, al menos, deje un regusto dulce cuando usted concluya la lectura de esta columna. El dinero no da la felicidad, pero es mejor llorar en un Ferrari. Que sí, que ya sé que es un chiste malo...
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