OPINIÓN

¿Y sin la prensa qué? (con perdón)

Carta del Director

El valor de los medios de comunicación (ahora): imprescindible, pero... ¿valorado?

Alberto Retana | Domingo 22 de marzo de 2020

Leía la noche pasada una información publicada por el diario El País sobre la situación de los medios de comunicación ante esta crisis que vivimos a cuenta del COVID-19 y el titular era aplastante: “Las audiencias de prensa, radio y televisión alcanzan máximos, pero su esfuerzo informativo se vuelve insostenible”. Amén.

Éste es un momento crucial para la prensa (y englobo a lo escrito, digital, hablado o televisado) pero también para toda la sociedad, sin temor a decirlo, desde el ámbito local al mundial.

Cierto es que la importancia mayor radica, en estos momentos, en el personal sanitario puesto que se trata de una crisis de salud y, sin duda, hay que priorizar también la inestimable labor de las fuerzas del orden que “sujetan” los más bajos instintos de cada individuo por hacer lo que le viene en gana ante la que está cayendo.

Podemos, además, darle valor a la gestión de los dirigentes políticos –de cualquier signo político, me da igual–, los cuales necesitan del apoyo unánime de cada español para poder remar juntos en una misma dirección. Algunos o algunas serán de nuestro gusto o disgusto ideológico pero ahora no es momento de criticar errores, que se han cometido y se cometerán. Eso ahora no es productivo.

Pero, ¿y los medios? ¿Qué sería de una ciudad como la mía –Talavera de la Reina–, la provincia a la que pertenece, su comunidad autónoma y toda España, por supuesto, sin la información de los medios de comunicación? NADA.

Alguno de ustedes se podría imaginar qué sería de todos nosotros si nos tuviéramos que informar en este caso, por ejemplo, mediante las notas de un gobierno de cualquier ámbito –local hasta nacional– que nos llegarían a través de un correo electrónico (si la LOPD lo permitiera) o de las benditas/malditas redes sociales… ay, esas redes donde se “han formado” millones de ‘periodistas aficionados cum laude’ que todo lo saben y de nada conocen.

La avidez de información que supone, además, el estar encerrado en casa todos estos días sin medios provocaría un caos de inimaginable calibre. ¿Haríamos caso a cada bulo que llegara a nuestro teléfono móvil vía Whatsapp, Facebook, Twitter, Instagram…? ¿Volveríamos a poner en marcha el ‘boca-oreja’ o el ‘teléfono escacharrado’ para saber lo que ocurre ahí fuera?

La exigencia hacia los medios de comunicación se ha hecho tan viral como un video de gatitos en Youtube. Eso sí, sin pagar nada. Díganme en qué negocio de este país regalan cafés, barras de pan, botellines del Mahou, artículos delicatessen, vestidos, pantalones, coches, casas o hasta bragas y calzoncillos… que encima podamos criticar después con el mayor de nuestro odio sin saber siquiera cuánto trabajo y esfuerzo ha costado realizar cada producto.

En ningún sitio nada más que en LA PRENSA.

Esa prensa a quien mucha gente critica GRATIS.

Esa prensa que vive de la publicidad que ahora se ha parado irremisiblemente porque las empresas han parado su actividad. Nadie trabaja por AMOR AL ARTE, ¿verdad? Nosotros sí y la prueba, como decía El País, es que se está haciendo un esfuerzo informativo ímprobo para que todos sepamos qué ocurre fuera de nuestras casas.

Esa prensa que, igual que otros sectores, se ha quedado sin ingresos pero sigue trabajando de noche y de día y, encima, es criticada irresponsablemente por todo un ejército de indocumentados que se rascan la barriga delante de una pantalla mientras otros nos esforzamos por conseguir información en este océano tormentoso en que se ha convertido el mundo con coronavirus con la única finalidad de que ellos, y todos ustedes, sepan lo que ocurre.

Esa prensa, esta prensa –señoras y señores–, a la que se le pide de todo por parte de quienes menos aportan, porque no aportan sino confusión, controversia y, en ocasiones, insultos gratuitos.

La Ética y Deontología Profesional, asignatura de la Licenciatura/Grado de Periodismo, es una de las materias que nos enseñan en la Facultad y que muchos llevamos a rajatabla en el trabajo que, recuerden, da de comer a nuestras familias.

Pero algunos lectores que consumen –sin gasto alguno– nuestra información a diario se permiten el lujo de ponerla en duda cuando, seguramente, nunca a han oído ni hablar de ella. Probablemente serán los mismos que se intentan saltar ahora el estado de alarma y piden el perro al vecino para salir a la calle o se esconden en una esquina para que la Policía no les vea cuando salen a correr en estos momentos tan delicados.

Esta es la realidad, queridos lectores. En La Voz del Tajo hemos recibido multitud de mensajes de apoyo y reconocimiento por el trabajo, les aseguro durísimo, que estamos desarrollando desde la redacción casera que cada uno de nosotros ha montado en su domicilio para que todos ustedes estén informados.

Pero también hemos sido vilipendiados, censurados, insultados y criticados injustamente. Las críticas siempre han de ser recibidas con el ánimo de mejorar y cada uno es libre de informarse como decida, a la vez que este país abriga la libertad de expresión, pero esta libertad no significa que se pueda decir lo que a cada uno le dé la gana y le salga gratis.

Nuestra profesión está sujeta al Estado de Derecho y la Justicia y las noticias falsas se dirimen en un Juzgado, de la misma manera que los descréditos, insultos y vilipendios sin fundamento hacia los medios de comunicación. Tomen nota.

Piensen, aunque sólo sea por un momento, cómo sería la vida de todos ustedes sin medios de comunicación. Sin información veraz, sin datos rigurosos y, sobre todo, sin libertad.

Toda esta reflexión no es nada comparado con lo que está sufriendo cada paciente del maldito COVID-19 por eso la única y mejor manera de acabar este artículo es deseando que toda esta epidemia acabe cuanto antes y que todo el mundo tenga curación. Que así sea.

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