Redacción La Voz del Tajo | Sábado 07 de marzo de 2020
Otra vez 8 de marzo. Otra vez que se acerca retumbando como el camino bajo los pasos de millones de mujeres. Pasos cortos, zancadas largas, pasos furiosos, pies arrastrados, tacones, ruedas, pies descalzos.... ¿Qué más da? Es el avance imperioso e imparable de la justicia, de la igualdad y de un mundo mejor. Es una fuerza que sube hasta nuestras gargantas y que propaga el mensaje que somos, ni más ni menos, ni mejores ni peores, ni las otras, ni las segundas, ni en la sombra ni detrás. Han pasado casi 25 años de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing y nos gustaría afirmar que hemos superado muchos de los objetivos y tareas que allí se plantearon. Sin embargo, y a pesar de los innegables avances, tenemos que volver una y otra vez sobre los mismos ejes de acción: economía, educación, pobreza, conflictos armados, violencias machistas de todos los tamaños, salud, infancia... siguen siendo foco de nuestra lucha. La Ley de Libertad Sexual viene a cumplir una obligación pendiente del Estado para con las mujeres, que sufrimos de forma continua la desigualdad y el menoscabo de nuestros derechos solamente por ser mujeres. Cuando hablamos de personas no cabe distinguir elementos circunstanciales como edad, lugar de nacimiento o elementos físicos. Los derechos humanos y la protección no deberían cuestionarse nunca y esta ley nace para proteger, prevenir, formar, atender y reparar. En el dolor y la humillación ni hay escenarios ni hay distinciones. Contra la violencia, ni un paso atrás.
¡Seguras! ¡Iguales! ¡Libres! ¡Mujeres!
¡Juntas Podemos!
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