OPINIÓN

VIGILIA

La orilla derecha

Rafael de la Cruz | Viernes 21 de febrero de 2020
Cada vez los paréntesis que interrumpían el sueño se hacían más frecuentes. Esos momentos en los que la noche dejaba de ser el ámbito del descanso para convertirse en el escenario de los más lúgubres pensamientos, de las más profundas ansiedades.

El silencio de esas horas en el las que el mundo para, en el que el aire se vuelve más denso, tan denso que duele hasta respirar. Ese silencio atenaza como unas manos que estrangulan, atrapa pretendiendo que no pueda escapar a la dictadura de su inmensidad.

Mirar el reloj, escuchar el machacón tic tac de sus agujas al avanzar a una velocidad mucho más lenta que sesenta minutos a la hora. Pasea, se sienta, vuelve a la cama. Intenta cerrando los ojos retomar el sueño, abandonar la indeseable vigilia.

Al final el cansancio vence y vuelve a dormir derrumbada. No sabemos si aguantará hasta el alba,pero si, que cada noche se convierte en una amenaza, que cada atardecer no es sino la antesala de un insomnio torturador, ladrón inexorable de vida.

Sé que es complicado luchar contra los fantasmas nocturnos, que dejar atrás las noches eternas es arduo complicado. Pero tal vez, sólo tal vez, la certeza de que el día llegará sin falta y que encontrá un "buenos días" cada mañana pueda calmar ese dolor, pueda sanar las heridas e incluso algún día, sin duda, llegar a desear que la noche llegue, porque no será entonces un campo yermo y deshabitado, sino un manto estrellado que arrope besos y pasiones.