OPINIÓN

Juan Díaz, el hidalgo talaverano de la Olla y el Conejo

Redacción La Voz del Tajo | Jueves 13 de febrero de 2020

A lo largo de los siglos XV y XVI se sucedieron multitud de Pleitos de Hidalguía en los que los litigantes buscaban que se les reconociera el título que les haría nobles, perdido en tiempos pasados por causas diversas. Se da el nombre de Proceso de Hidalguía a “aquél que se entablaba contra el Concejo en que se avecindaba el demandante y el Fiscal de la Real Audiencia, en solicitud de reconocimiento como hijodalgo notorio de sangre”. Aunque era obligatorio plantearlo ante el tribunal de las Reales Chancillerías de Valladolid o Granada, en los primeros años de la ley -finales del siglo XV y primeros del XVI- los pleitos se celebraban también ante la autoridad de los Concejos e, incluso, ante el Maestre de las Ordenes Militares si la zona estaba administrada por ellas.

Normalmente, la condición de hidalgo se conseguía: a) por herencia de sangre; b) por privilegio: el título era concedido por los reyes al haber recibido ayuda en acciones de guerra; c) por ejecutoria: tras litigar y conseguir que se les reconociera que sus antepasados ya eran hidalgos.

Es en este último apartado es dónde se inscribe una graciosa mención histórica a un hidalgo talaverano promovido a tal honor social (entrar en la nobleza y estar exento de pagar impuestos) en aquellos escenarios medievales. Así lo cuenta Manuel Ladrón de Guevara, académico de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía en su discurso de entrada en la citada institución, en 2016. En estos pleitos para reclamar un título de hidalguía -que por alguna razón estaba en entredicho- testificaban personas normalmente a favor del demandante. Así, en el pleito de Pedro Díaz, vecino de Roturas (Badajoz), iniciado en 1540, un testigo trata de argumentar que el privilegio concedido a un antepasado suyo y aportado por éste como prueba, estaba motivado por razones ajenas a hechos de guerra y tenía su origen en servicios personales prestados a los propios monarcas. Así, quedó registrado durante la celebración del pleito (...) que siendo su padre del dicho Garçi Díaz ventero en una venta en el término de la villa de Talavera, que está junto al término de la villa de Cabañas y muy cerca del lugar de Las Navazuelas, en tiempo del señor rey don Enrique, una noche aportó a la dicha venta el dicho señor Rey y aquél dicho ventero le dio una olla y un conejo a la cena y le hizo todo el servicio que pudo y que el dicho señor Rey apreció mucho y que le mandó dar privilegio de libertad mientras viviese de no pechar ( pagar tributos)...y toda su vida este testigo ha oído nombrar a estos que litigan y a sus padres y abuelos y bisabuelos de todos siete pleitos, que este testigo los ha alcanzado a conocer, los Hidalgos de la Olla...

Y la mujer de Juan García se llamaba Catalina de Masa, le decía a su marido, anda que soy hidalga porque era hija de un montañés, que vosotros sois hidalgos de la Olla y el Conejo.

También había testigos que declaraban en contra del demandante movidos por envidias y rencillas personales, en la mayoría de los casos, por hechos sucedidos muchos años atrás. Y en este mismo pleito, y con afán de desprestigiar la buena fama de nuestro hidalgo talaverano de la Olla y el Conejo, otro testigo dice de su mujer, Catalina de Masa que (...) antes de casarse con Juan Díaz, abuelo del que litiga, tuvo mala fama y comúnmente era tenida por mala mujer que dormía con sus criados y que dicha Catalina de Masa muchas veces y públicamente, vueltas las espaldas su marido , ella se volvía a él con el brazo alzado , alzaba los dedos señalando que era cornudo...

(...) que fue mala mujer y mala fama de su cuerpo, y así se decía públicamente, especialmente que oyó decir que un día, enviando el dicho Juan Díaz de un rastrojo a un mozo suyo por una botija de agua a su casa y, como se detuvo , que el dicho Juan Díaz fue a su casa y que halló a la dicha su mujer en camisa bailando con su mozo y con una chuça ( chuzo) o asador el dicho Juan Díaz había pasado (traspasado) la pierna a la dicha mujer(...).
Y este es el final de esta historia. Quizá algún talaverano apellidado Díaz podría bucear entre sus antepasados por si pudiera reclamar su hidalguía. Lo de la Olla y el Conejo le da un toque de gracia y mala uva - siempre lo podría vender en un reality show de la tele- que por lo que se ve también abundaba ya en los años finales de la Edad Media.

Agustín del Pino


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