OPINIÓN

OBLIVION

Rafael de la Cruz | Domingo 03 de noviembre de 2019
"Cualquier instante de la vida humana, es nueva ejecución , con que me advierte cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana". De esta forma el magistral Francisco de Quevedo, desde su postrero exilio en Villanueva de los Infantes nos trasmitía su posición ante la vida, su visión trágica ante lo inexorable de la muerte. Esa desazón ante la inevitable visita de la parca ha marcado al hombre desde que lo es. Ha influido en nuestra vida, en nuestra historia, en el arte, en la música, en cualquier acto humano desde el principio hasta el fin, desde el Alpha hasta el Omega.
Para los creyentes y para los que no lo son, tal y como consagra el himno a los caidos de nuestro ejército "la muerte no es el final". Para los que tienen una visión trascedendente de la vida no lo és, porque mas allá de ella les espera la vida eterna y para los que carecen de esa fé, la memoria, la añoranza de sus seres queridos les hará permanecer en nuestro mundo una vez que lo hayan abandonado. Pagaremos sin remedio nuestro óbolo a Caronte para que nos cruce la laguna estigia y se encargue de trasportanos desde la orilla que nunca desearíamos abandonar hasta las riveras del mundo congelado de la muerte.
Pero no debemos simplificar, no debemos reconocer a la muerte sólo en la figura que porta la guadaña, en uno de los cuatro jinetes del apocalípsis, la muerte es también el final de tantas cosas de nuestras vidas que nunca regresaran. Cuando desde la atalaya de unas cuantas decenas de años miramos hacia atrás, muchos podemos ver mas de una muerte a lo largo de una vida. Morimos cada vez que dejamos atrás lugares, personas, miradas, olores. Morimos cada vez que nos hacemos otro para poder seguir viviendo, cada vez que nos reinventamos para continuar sin el lastre de un pasado tal vez para algunos más letal que la propia muerte.
Muchas vidas en sólo una, cuál ruinas de Troya, en las que un nueva ciudad se construye sobre las ruinas de la anterior y los nuevos habitantes olvidan la existencia de los precedentes. Olvidar es matar y ser olvidado es morir para quien nos olvida. En ocasiones nos vemos obligados a matar y a morir para seguir viviendo, nos vemos obligados a enterrar una vida para continuar caminando, para continuar respirando, para continuar viviendo.
Quizás hoy también debamos recordar a todas esas otras ausencias, a todos aquellos que enterramos en la fosa común de nuestra memoria, rescatar por un día cadaver a cadaver, a cada uno de esos cuerpos, de esas miradas, de esos abrazos a los que arrojamos algún día al pudridero de la amnesia voluntaria. Recordemos a esos ausentes desde la certeza de que día a día, año a año, el número de los caidos aumentará, dejaremos atrás mas victimas de nuestra necesidad de sobrevivir, de la necesidad de nuestra mente, de muestra alma y de nuestro corazón de seguir hacia delante. No sabemos quién será la próxima victima, pero la habrá. Quizás seas tú, o quizás no. Pero esas muertes llegaran, inaplazables, como llegará la otra. Antes o después llegará.

OBLIVION: El estado de haber sido olvidado o de haber de dejado de ser importante para siempre.