OPINIÓN

El estado de la territorialidad

El Mediador

Carlos Gonzàlez-Teijòn es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El Sistema, y de reciente aparición “Psicología de virtudes y pecados”, de editorial, Letras de autor.

Carlos Glez.-Teijón | Miércoles 30 de octubre de 2019
Yony sabe explicar el problema actual en Cataluña porque en sus centros de formación –algo que aún estamos muy lejos de hacer en el planeta Tierra- ya se explica a los alumnos de forma científica cuáles son las emociones que provocan la conducta del ser humano. Una de ellas es su sentimiento de la territorialidad. Este le lleva a que siempre intenten los líderes y las élites dominar en exclusiva un territorio concreto. Algo que nos hace comportarnos, como animales de grupo que somos, igual que todos los demás primates, los leones, o los lobos.

También es cierto que –y esto sí que ya se hace desde hace cientos de años en el sistema educativo de occidente- a Yony le han educado –como a nosotros- haciéndonos saber que lo que nos distingue a los humanos es, precisamente, la racionalidad, los conocimientos, que nos hacen reflexionar y variar nuestra conducta instintiva primaria, para, según esos conocimientos obtenidos por la experiencia del resultado, adoptar decisiones adecuadas y no dejarnos llevar por esos sentimientos ciegos. Se nos ha enseñado que debemos tomar decisiones racionales y acordes a la convivencia. Debemos defender racionalmente nuestra tierra y cultura, pero ya hace mucho tiempo que no se extermina a cualquier turista que veamos como sí haría un león o lobo con cualquier otro individuo que encontrara en su territorio.

La historia y los análisis racionales, y mucho más desde los conocimientos del Imperio Romano hasta nuestros días, nos demuestran que se puede construir el “Panteón” (185 D.C.) y que cualquiera puede rezar a su dios o a su patria y cultura, pero, también, que la convivencia entre seres humanos y el respeto a las leyes legítimamente adoptadas han de estar por encima de cualquier religión o de cualquier amor a la cultura, idioma o patria propia. Lo contrario es el caos absoluto y la guerra a muerte constante, donde, además, no hay paz o salida posible.

Es verdad que los machos y hembras alfa luchan por la defensa de su territorio, pero si somos humanos ya debemos saber que esta no es absoluta. Y, desde los códigos Sumerios de hace más de tres mil años, mejor o peor elaboradas, nos hemos de regir por leyes. Hoy no lo vivimos, pero los antiguos en su momento sí, si nos dejamos llevar por nuestros sentimientos y no por leyes, nos gusten o no, la única vida posible es el exterminio constante del diferente. Cuando no hay amenaza exterior siempre se mira al interior, analicemos las purgas del Nacismo, el Comunismo o cualquier religión o ideología en toda la historia conocida.

El grave error, para Yony, que se está cometiendo en la actualidad, es no explicar de forma científica estos conceptos. Él comprueba que aún vivimos en mundos ideológicos, es decir míticos, porque todo el mundo habla de ideología, pero nadie explica qué es eso de la “Ideología”. Analicémoslas: ¿Es que cada uno puede pensar lo que quiera y creer en lo que quiera? ¿Una vez que cree en esa “Ideología” puede defenderla a muerte? Luego, ¿Puede imponerla a los demás? Y de ello se deriva, ¿No le vale nada más que sus creencias o “Ideología” y puede oponerla a los demás y no aceptar cualquier otra evidencia, prueba, o demostración científica?.

¿Su forma de relacionarse es “Sólo” con sus creencias ideológicas?.

Es verdad que todos pensamos que cada uno puede pensar lo que quiera, luego concluimos que si eso es así no hay salida. Debemos pensar por nosotros mismos, pero hemos de saber que los conocimientos de cómo es la naturaleza, cómo somos todos nosotros están por encima de nuestras creencias o ideologías y que no nos queda más remedio que convivir, dictar leyes más o menos objetivas, más o menos técnicas, más o menos racionales, que nos permitan convivir y relacionarnos más allá de nuestras creencias o ideologías, porque a veces estas no nos sirven más allá de nuestras alcobas, y al salir a la calle debemos prescindir de lo que pensemos o creamos y convivir con los demás. ¿Cuál es el parámetro o el límite? Precisamente cumpliendo las leyes que nos hemos dado para todos. Si nos dejamos llevar por nuestros sentimientos, igual que si nos dejamos llevar por nuestras creencias e ideologías, es el caos absoluto y ya no se entiende nadie. Por suerte o por desgracia lo único objetivo que nos queda es cumplir las leyes que nosotros mismos hemos aprobado.

Esgrimir la territorialidad como algo ideológico es el caos absoluto y la guerra permanente. Miremos la historia si no creemos este escrito.

Los seres humanos debemos defender nuestro territorio y nuestra cultura, pero con equilibrio, con racionalidad y cumpliendo siempre las leyes nacionales y los tratados internacionales.

Defender en exclusiva el principio de territorialidad significa vivir y sentir como animales que no ven más mundo que el que está dentro de ese territorio. Si pretendemos convivir como humanos debemos dotarnos de leyes nacionales e internacionales… Y cumplirlas.

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