Carlos Granda
Redacción La Voz del Tajo | Miércoles 23 de abril de 2014
Paseando por el casco antiguo de la ciudad, el pasado viernes comprobé como, a las puertas de una nueva Semana Santa, se mantiene intacta la fe entre los talaveranos.
Las colas para postrarse frente al Cristo de Medinaceli, ubicado en el convento de las Bernardas, alcanzaban más allá de la Plaza del Reloj y poco parecía importar el tiempo de espera. Unos segundos frente a la imagen serían suficientes para realizar las peticiones pertinentes para cada caso.
Muchos de ellos, a buen seguro, además de la salud pidieron remontar en el apartado económico y encontrar de una vez por todas un trabajo. Porque, si las colas para ver al Cristo eran incesantes e interminables, no los son menos las que hay frente a las puertas del SEPECAM para tratar de buscar una solución laboral en un túnel cada vez más largo y oscuro.
Recuerdo que a finales de 2009, en este mismo espacio, lamentaba profundamente que Talavera superase los 11.000 parados. Pero es que, recién estrenado este 2012, la Ciudad de la Cerámica ha rebasado la barrera de los 14.000 ciudadanos que pasan irremediablemente sus días al sol.
La fe y la esperanza, como queda demostrado en citas religiosas como la reciente del Cristo de Medinaceli o cada mes de septiembre para acompañar a la Virgen del Prado en su día, está más que presente en los habitantes de esta ciudad. Pero además de rogar a Dios, hace falta dar, y mucho, con el mazo para que esta dramática situación no vaya a más. Los nuevos gobiernos, a todas las escalas, anuncian que ya han comenzado medidas para paliar esta situación, pero la paciencia se agota…