OPINIÓN

Consejas literarias de mi amigo Eulalio para 2012

José Cardona

Redacción La Voz del Tajo | Miércoles 23 de abril de 2014
Paseaba mi amigo Eulalio las calles del pueblo, pensante y con cara de un Séneca redivivo, durante los últimos alientos del año viejo.

Un tanto mohíno, según me dijo, por las habladurías que le llegaban del vulgo, amén de lo leído en los papeles, respecto de las medidas a tomar por los nuevos Gobiernos (los de la Patria y sus territorios), marianos y dolorosos los más cercanos, austeros todos ellos en según qué cosas. Traté de sonsacarle, aferrándome al “según”, y me salió, como suele decirse, por peteneras: que si por la boca muere el pez, que si en boca cerrada no entran moscas. En fin, estas cosas incorporadas a nuestra genética en los tiempos del General. Declinada a la fuerza mi malsana curiosidad, sorprendentemente se le soltó esa su lengua y arrancó, si no por las citadas peteneras, por medias “granaínas” (que tan bien cantaba Angelillo, me aclaró con autoridad). Y cito este palo por aquello de los misterios de la Alhambra, de los que participa, tantas veces, el verbo de Eulalio.

Amigo Pepe, tú que eres leído, ilustrado, -me dice- debes pasar de la política, ¡que te he visto venir!, y no quiero entrar al trapo. En vez de hablar de los recortes, de la supresión del Sepecam o del Defensor de los castellano-manchegos, de la congelación del SMI y del sueldo de los funcionarios, del IBI, IRPF o de la flexibilidad en las contrataciones laborales (ahora, pienso para mi, es el gobierno quien interpreta las medias “granaínas”), debes hacerlo de toros, de ese bien de interés cultural, de la fiesta nacional en suma, del uno por ciento que suben las pensiones… o, por qué no, de literatura. Es lo que hago yo, apostilla, que, releyendo el Quijote, me considero un poco Sancho, esto es, un pelín santo (ya sabes, Sancho viene de “sanctus”). Sólo así mereceré (y merecerás) los elogios y consejos de algún Alonso Quijano, del siglo XXI (político con poder, pongamos por caso), que te diga: “Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y Sancho sincero, dejemos estas fantasmas y volvamos a buscar mejores y más calificadas aventuras; que yo veo esta tierra de talle, que no han de faltar en ella muchas y muy milagrosas” (El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, Capítulo XI).

Y es que, me recuerda enfático, esto de la política es mudable, como dicen que fue la novia del célebre parrillano (sí, aquélla que, en la postguerra, se fue pardilla a la capital y regresó con la permanente), o como ese diálogo de besugos que se traen la etimología y la semántica. ¡Que te lo digo yo! (y pienso que cuando él lo dice…). Y sacando a cuento su conocimiento filológico, ese aprendizaje adquirido a salto de mata, de manera autodidacta, me trae a cuento este razonamiento: La gente culta le dio un tiempo por decir “raudo” en lugar de rápido, cuando esta última acepción es la legitimada por la etimología latina (su origen es: rapidus-a-dum). Y así todo, amigo Pepe.

Un tanto abrumado por la sapiencia de mi paisano, clamé al cielo para que me concediera respuesta oportuna a sus demoledores argumentos. Y no se me ocurrió otra que, imitándole, echar mano de una sentencia que nuestro príncipe de los ingenios puso en boca de Don Quijote: Y así, con segundas, le dije: “Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre” (El Quijote, Capítulo XLII). Y él me respondió desde el mismo capítulo: “Bien veo que todo cuanto vuestra merced me ha dicho son cosas buenas, santas y provechosas, pero ¿de qué han de servir, si de ninguna me acuerdo?”.

Y antes de seguir con su paseo, y no sin cierta socarronería (tal vez causada por lo que se nos viene encima), me recomienda que felicite, de su parte, el nuevo año a los lectores de estas mis columnas en La Voz del Tajo. ¡Cómo no hacerle caso! Feliz año 2012, pues, queridos lectores.

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