Javier Rivas
David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
No hay un solo talaverano, al menos yo no le conozco, que no piense y esté convencido de que Talavera languidece, o por ser más acertado, muere de forma lenta pero inexorable.
El comercio tradicional se muestra incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos y transformar su estructura, su oferta y sus métodos. Sigue anclado en viejos preceptos de mercadería, que en absoluto responden a las necesidades de los consumidores, ni a la realidad de una ciudad con grandes centros comerciales que exige del pequeño comercio la especialización, la variedad, la oferta de productos minoritarios a precios competitivos.
Los demás sectores económicos que han impulsado la ciudad durante mucho tiempo también están asistiendo a su fin: la construcción, la ganadería, la confección, la artesanía, etc. Y todo por incapacidad absoluta para adaptarse a los nuevos tiempos, por exigir mantener un estatus quo que ya no tenía lugar y por la ineptitud absoluta de nuestros dirigentes políticos para impulsar un pacto global en busca de un nuevo modelo de ciudad, de un nuevo modelo productivo, de un nuevo modelo económico. Nos hemos aferrados como empecinados a lo que funcionaba hace 30 o 40 años sin darnos cuenta de que esas soluciones de antaño no servían para el momento actual
No hemos sido nada previsores, no hemos apostado por la innovación, por la creatividad, por la imaginación. Hemos traicionado al espíritu talaverano con el que tanto nos llenamos la boca y en vez de imaginar soluciones nos hemos conformado con ir tirando sin hacer nada por evitar la catástrofe.
Es cierto que no hemos tenido unos dirigentes que hayan tirado del carro, que no hemos tenido lideres que conscientes de la gravedad del problema hayan tenido la audacia de abrir el debate, de ponerse a trabajar por el futuro y no por la efímera inmediatez. Pero no es menos cierto que los ciudadanos tampoco hemos hecho nada, nos hemos limitado a observar con cara de besugo como se muere nuestra ciudad, a lamentarnos en los bares, a plañir en los periódicos y a echar la culpa de todo a todo el mundo. Los culpables son los políticos, es Toledo, es Zapatero, es el euro, es el ayuntamiento, etc. Todos han sido culpables menos nosotros, los ciudadanos, únicas víctimas. Y en vez de hacer algo de provecho hemos seguido y seguimos retozando en nuestra desgracia y lamiéndonos las heridas. Pues bien, o dejamos de buscar culpables y empezamos a buscar soluciones, o ya podemos ir haciendo las maletas. Si dejamos que se muera nuestra ciudad, seremos unos infames indignos de haber nacido en esta tierra. ¿Nos ponemos de una puta vez a pensar en qué hacer? ¿Nos decidimos a ponernos a trabajar de una vez? ¿O seguimos llorando? El reloj ya corre en contra.