Interesado por ver cómo discurría el debate sobre el estado del municipio de Talavera conecté este miércoles con la plataforma audiovisual que ofrece el Ayuntamiento para seguir las sesiones plenarias en directo y tengo que decirles que, la margen que éramos quince espectadores los que seguíamos la emisión, el espectáculo fue dantesco.
No puedo negar que era lo esperado, a la vista de las circunstancias, pero descubrí una faceta que no terminaba de creerme sobre el actual primer edil de la Ciudad de la Cerámica, Jaime Alberto Ramos Torres. Le creía con más recursos.
Realmente llegué a creer que el alcalde de Talavera, el de ahora, tenía más argumentos en su bagaje político que relatar hasta los logros de los ajenos y, sobre todo, intentar atacar al oponente con tretas que no defienden su gestión, si es que en alguna ocasión se ha llevado a cabo, sino que emponzoñan la relación política entre los grupos que conforman nuestro ayuntamiento.
Los nervios por ‘saberse descubierto’ en su muy deficiente lista de objetivos conseguidos le llevaron a utilizar armas que podrían tildarse de ‘barriobajeras’ más que útiles para los talaveranos, que eran los que debían haber recibido un mensaje de sinceridad para cotejar con la realidad las intenciones de quien lleva coordinando un gobierno municipal casi ocho años con los resultados que todos podemos apreciar.
El particular VAR de Ramos, Jaime y no Sergio (permítanme el guiño), le ha salido ‘rana’ porque la revisión de cada jugada que ha querido poner en práctica el dirigente popular se ha quedado en poco o en nada. La estrategia de intentar explotar el postureo para ver si le ‘pitaban penalti a favor’ no le ha funcionado. Ahora está más cerca de la tarjeta roja que de dar la vuelta al marcador.
Pero lo peor de todo es que quiere defender su sueldo –que no es moco de pavo– intentando asestar ‘puñaladas dialécticas’ a los demás mientras olvida que a quien sí quitaron la razón los jueces fue, precisamente a él, con asuntos como Ciudad de Vascos, donde casi 4 millones de euros se tiraron a la basura por usar la soberbia como bandera, sin olvidar el invento de la playa con casi medio millón más que ‘se ha llevado el agua’. Queda claro que el tiempo de descuento de Jaime Ramos ha pasado.