Moisés de las Heras
David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
Para un capitalista, el mercado libre genera riqueza por inercia natural y el estado sólo intervine en defensa del bien común, aunque todo eso es más complejo de lo simplemente reseñado.
Para los que no son capitalistas, capitalismo es tiranía del dinero y esclavitud laboral. Para un liberal, liberalismo es mercado sin cortapisa estatal, con la ley obligando al juego limpio y un mérito y capacidad reales, lo que traería riqueza a todos los niveles, alto, bajo y medio, cualificación y calidad, pero también es más complejo que lo dicho. Para los no liberales, liberalismo es más capitalismo, más trabajo, horas, dureza y más explotación en beneficio de gigantes empresariales. Para un comunista, comunismo es defensa del pobre, reparto justo e igualdad sin diferencias, pero es más que eso. Para los no comunistas es pobreza, incapacidad para crear riqueza y dictaduras represoras bajo la excusa de defenderse del capitalismo. El fascismo es lo mismo, pero para defenderse del comunismo. Para un socialista, socialismo es comunismo posibilista, pero es más complejo que eso. Para los que no son socialistas, mera mafia para lograr mamandurrias.
En definitiva, para el militante de cualquier ideología, las contrarias pueden resumirse en dos patadas subrayando contradicciones, defectos y aludiendo a su imposible, mientras que la propia es un conjunto de ideas sabias, coherentes, complejas y bien estructuradas que no pueden reducirse a cuatro simplezas, como hacen otros. Y mientras la ideología ajena suele ser despachada con dos disfemismos, la propia es siempre incomprendida. Hay que leerse a tal autor u otro para profundizar. En la mía, claro. Para las otras, dos exabruptos y sus ideólogos, “tontos del c...”
Y aquí seguimos, preguntándonos cual es el modelo más correcto a aplicar a la innegable realidad que nos rodea: la de que el sol gira alrededor de la tierra.
¿Y yo que solo creo en Hobbes?