Es, sin duda, el mejor deportista que ha parido esta ciudad.
Con él comparto lugar de partida de nacimiento y mi relación interpelador-interpelado en sus ruedas de prensa. Comparto conversaciones con su mánager inseparable, Armando Guerrero, pero respeto la intimidad y descanso del deportista de la élite mundial que se educó donde ahora lo hace mi ser más preciado.
Álvaro Bautista ha dado un salto que parece una pirueta del destino, pero la vida nos da y nos quita. Me apetecía hablar en este espacio de algo que no fueran esas elecciones inminentes de las que ya todos sabemos el resultado. El futuro de Bautista en su carrera de piloto es de esperanza. El de todos los demás, ya veremos.
Lo veremos después de los resultados del domingo, cuando las urnas nos certifiquen el veredicto. Llevo ocho años cubriendo los avatares de Álvaro para este semanario, pero salvo en su proclamación como campeón del Mundo en 2006 nunca lo he vuelto a hacer con tanta ilusión como la que me despierta ahora su paso a conducir una de las mejores motos del Mundial de Velocidad a dos ruedas. En primer lugar, mucha suerte, campeón.
En este país en el que nos refugiamos en los deportes antes que en la política me place el que un talaverano pasee con orgullo a esta población por todo el mundo. Es la esperanza que anido, un triunfo, un podio, un campeonato para ese chaval que reside a apenas 300 metros de mi vivienda.
Y, sin querer mezclar política y deporte, también confío en que el resultado de estos comicios del 20-N nos den la esperanza de tener más posibilidades de obtener el éxito de mejores resultados.
Como así lo deseo para Álvaro en su nueva situación.Si quieres leer más columnas de opinión de Raúl Díaz visita
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