Autor: Miguel Ángel López Robles
David Martínez | Sábado 23 de diciembre de 2017
Hola Oliva (yo nunca te he llamado Pablo). Quería escribirte esta carta de despedida desde el pasado día 5/12/17 cuando me enteré de tu fallecimiento en Haití (gracias a las noticias que me envía mi 'hermano' Alberto por La Voz del Tajo) y hoy, cuando ha sido tu entierro, por fin te voy a decir lo que no te he dicho nunca.
En primer lugar has conseguido que utilice un medio de comunicación, ya que no suelo ser muy dado a expresar mis sentimientos en público. En estos días se ha escrito mucho de la tardanza en repatriarte (es verdad y yo estoy de acuerdo, pero tampoco voy a extenderme en eso), solo me interesa mi relación contigo y la demostración de dignidad y cercanía que vi ayer en el tanatorio.
Te doy las gracias por haber sido amigos durante 40 años, sí, desde el año 1977, se dice pronto, cuando ahora la amistad dura un cuarto de hora. Te doy las gracias por tantos y tantos ratos estupendos que hemos pasado juntos, en un principio solos y después junto con nuestras familias, quién lo iba a decir, si no nos parecíamos en nada pero desde el primer día congeniamos tan bien...
Me podría extender dándote gracias por un montón de cosas, pero quiero hacer hincapié en lo que viví ayer por la tarde en el tanatorio de Valdemoro. Y es que cuando apareció el coche fúnebre, en ese momento, fue cuando realmente me conciencié de tu pérdida, de que se iba un amigo del alma.
Debes estar muy contento con la despedida que has tenido. Vi generales, coroneles, mandos diversos de la Guardia Civil, Obispos, grandes personalidades todas, pero lo que me llamó la atención fue la presencia de un grupo de emigrantes sudamericanos muy humildes. Eso quiere decir que eras realmente apreciado por todo tipo de personas, eso dice mucho de la clase de persona que eras: humilde, bondadoso... muy inteligente y muy preparado, y eso lo sabían todos los que te rodeaban.
Hemos perdido mucho, sobre todo tu familia, tus amigos, pero también España y la ONU, con la que has servido en diferentes países, ya que has sido un servidor honesto, leal, desinteresado y eficaz. Pero lo realmente importante fue la bondad y la cercanía con la que nos atendieron tu mujer y tus hijos y resto de la familia a los que nos acercamos a darles el pésame. Fue impresionante, qué homenaje de dignidad tan grande...
...Y por esto tengo que darte las GRACIAS, qué orgulloso tienes que estar de ellos.
Adiós Pablo, adiós AMIGO. No te preocupes, nos has dejado una familia maravillosa, y sabes que nos los dejare solos, tú hubieses hecho lo mismo. Y para vosotros MAMEN, LUCIA Y DIEGO.
Un abrazo muy grande de Julia, mis hijos y mío. Sabed que nuestra casa y nuestro corazón siempre estarán a vuestra disposición.
Hasta siempre OLIVA, un Hombre Bueno, de tu amigo "Riolo" como te gustaba llamarme desde hace 40 años.
Y muchas gracias a ti, Alberto, por dejarme despedirme de mi amigo.
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