Parrillas, mi pueblo querido, y el de mis padres y abuelos, perteneció a Ávila y su Diócesis a lo largo de toda su historia hasta el año 1955, en que pasó a la de Toledo. Desde el año 1680 el patrono de Parrillas es San Sebastián, por “Voto y Protesta” que ese año hizo el pueblo de guardar por festivo su día (20 de enero). Entonces se instituyó la Cofradía de San Sebastián que era, año tras año, la encargada de organizar los actos, religiosos y profanos, que fomentaban la devoción y la diversión del pueblo: Misa con predicador y procesión, toro de muerte, cohetes, danza de la zapateada, muharraches y caridades. Por otra parte, la tradición de San Sebastián en Parrillas ha quedado también traducida en coplillas, unas veces inspiradas en la devoción de los parrillanos al santo, otras veces ocasión de burlas y rivalidades con los pueblos vecinos, sobre todo con Navalcán.
Pocos pueblos pueden jactarse de tener tan rigurosamente documentado el origen de su patronazgo como el vecino pueblo de Parrillas. Los Libros de la Cofradía de San Sebastián recogen el momento histórico en que todo el pueblo, reunido en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Luz, “hicieron Voto y Protesta de guardar por festivo en esta villa para siempre el día de Señor San Sebastián en virtud de Licencia expresa In Scriptis del Señor Provisor de la ciudad de Ávila y su obispado”. A continuación, en el mismo documento, se expresan las razones: “por la aflicción de la Peste y males contagiosos, que han padecido en algunas ciudades, villas y lugares de nuestros Reinos”.
Al parecer, Parrillas, en virtud de la protección de San Sebastián, se vio libre de aquella peste funesta que afectó a los pueblos vecinos. Además, el acta añade lo siguiente: “cuyo Voto y Protesta está escrito en el Libro de los Acuerdos del Ayuntamiento de esta villa”. Todo lo cual quiere decir que la decisión de nombrar a San Sebastián Patrono de Parrillas, y celebrar como festivo el día 20 de enero, no fue sólo un hecho de devoción religiosa sino un acto civil y político del Ayuntamiento parrillano de aquel año 1680. la Cofradía de San Sebastián funcionaba en Parrillas fundamentalmente a través de tres cabildos o asambleas.
El Cabildo del 21 de enero (“del día siguiente de la fiesta” o “día de San Sebastianito”) era el de los nombramientos: un mayordomo y dos veedores (ni qué decir tiene que los cargos se asumían “por devoción” y nunca por interés y duraban un año). En el Cabildo de Pascua de Reyes (6 de enero) del año siguiente se preparaba ya la festividad del Santo y siempre se determinaba, como una especie de fórmula que se repite en las actas año tras año, “que el mayordomo tenga prevenido predicador para el día de la fiesta, que tenga cera hilada para repartir a los cofrades, que tenga prevenido queso, pan y vino para la caridad” y se nombraban los cofrades para amasar el pan de la dicha caridad. Pasada la fiesta, se celebraba el tercer Cabildo, normalmente en febrero, pero en alguna ocasión se celebró muy a finales de enero o muy a primeros de marzo: éste era el Cabildo de las Cuentas que tenía que rendir el mayordomo saliente, primero el cargo y luego el descargo.
Gracias a esta organización, la festividad y la Cofradía de San Sebastián funcionaban perfectamente en Parrillas, sin contratiempos. De cada Cabildo el escribano levantaba puntualmente las actas, que eran a su vez revisadas y aprobadas en la Santa Visita que practicaba temporalmente una autoridad eclesiástica del Obispado de Ávila. El día 21 de enero, como queda dicho, resultaba elegido por un año el mayordomo, que durante ese tiempo se limitaba a recoger “la limosna” y “las mandas” (ofrendas) al Santo, que solían ser más jugosas el día de la festividad. Con todo lo recogido se pagaban los gastos de la fiesta. Normalmente se trataba de limosna de trigo y centeno (solían juntarse varias fanegas), rentas de las tierras de la Cofradía, cera de “entradas” de nuevos Cofrades y, algunas veces, dinero por lo mismo o por las “penas” en que incurrían algunos cofrades (por faltar a cabildo o misas de la Cofradía, etc.). Prácticamente con el trigo recogido (que posteriormente se ven- día) se pagaban los gastos de la fiesta. En ocasiones excepcionales podía haber “limosnas” y “mandas” del tipo de dos o tres machos cabríos, incluso; o algún “devoto” asumía el gasto del predicador o de la Misa de la Fiesta o de la del día siguiente (San Sebastianito) que era de difuntos por las Ánimas...
La fiesta, como en todos los pueblos, tenía un doble carácter: religioso y lúdico o profano. En el plano religioso, la fiesta consistía en Misa con Predicador y Procesión del día de la fiesta, Misa de Difuntos al día siguiente y, en algún caso, Novenario (nueve días de misas por las necesidades del pueblo). Los parrillanos acudían tradicionalmente en masa a las celebraciones religiosas. A lo largo de los años la devoción permanecía inalterable. En 1815, don Juan Borrego, entonces párroco de Parrillas, escribía: “Ninguna Cofradía se puede decir tan útil a los cofrades como la de San Sebastián”. Entre los gastos que se hacían para amenizar los festejos y dar regocijo a todos los asistentes son de destacar las partidas dedicadas al TORO DE MUERTE.
Este festejo aparece como una tradición vinculada a la parrillana Cofradía de San Sebastián desde los primeros años. En uno de ellos, Juan Ximénez rinde cuenta de ciento y treinta reales y ciento y cincuenta reales “que importaron los dos pellejos de los dos toros que se lidiaron el año antecedente...”. En 1680 el mayordomo Juan Sobrino al entrar reconoce que unos devotos “ofrecieron al Glorioso Santo un eral que se llama Bonito Pelo Rubio, de dos años...”. Y así otros años.
Los COHETES es un gasto que invariablemente vienen teniendo desde el primer momento todos los mayordomos. Se trata de tres o más docenas con que se ameniza la víspera de la fiesta y, sobre todo, la misa mayor y procesión. A veces dicho gasto aparece consignado como “fuego”; en todas las cuentas existen partidas y, a veces, había casos extraordinarios como en los novenarios, en los cuales los cohetes se gastaban durante todos los días de la no- vena con misa cantada y procesión que se hacía.
Otro festejo era la DANZA DE LA ZAPATEADA CON TAMBORILERO. Poco sabemos de ella, en qué consistía y cuántas personas participaban. Sólo sabemos que se contrataba gente de afuera (“maestros”) así como al “tamborilero”. Sabemos también que se vestían de una forma particular o inusual, y que ensayaban, pues los gastos de trajes, ensayos y comidas corrían a cargo del mayordomo de la Cofradía. Los MUHARRACHES fue durante muchos años costumbre propia de San Sebastián en el pueblo de Parrillas. Un grupo de hombres (nunca se nos dice cuántos) se disfrazaban. Vestían unos trajes llamados “justos”, confeccionados con tela de “frisa” de varios colores, y ocultaban sus caras bajo “máscaras” o “rostros”.
La costumbre de los muharraches se tenía por algo muy querido y tradicional. A los que se vestían se les invitaba a comer y a “refrescos”. La denominación más frecuente que se les da en las actas es la de “muharraches”, pero es frecuente encontrar otras variaciones de la palabra, como “humarraches”, “jumarraches”, “morraches”, “moharraches”, “mujarraches”, “mojarraches”... Su aspecto debía ser parecido al que presentan en la actualidad los morraches de Malpica de Tajo (Toledo). Por lo que sabemos de Parrillas, portaban látigos o fustas y caminaban junto al Santo en la procesión “haciendo visajes y carantoñas” y fustigando a la gente, llegando incluso a actuar dentro del recinto de la iglesia y aún cerca del altar durante la Misa... En 1730, y tras varios intentos anteriores, el obispo de Ávila suprimió los “mu- harraches” de Parrillas (“gumarraches” dice el decreto) por considerarlos irreverentes y torpemente profanos.
Las CARIDADES constituyeron siempre la costumbre más arraigada, en el aspecto profano, de la festividad parrillana de San Sebastián. Y la única, por cierto, que ha per- durado hasta hoy. Se trataba de un obsequio de pan, vino y queso que se daba a todos los que asistían a la misa mayor del día de la fiesta. El pan de la “caridad”, bendecido, se repartía al salir de misa y era muy apreciado por los parrillanos por su poder curativo para los enfermos (hombres y animales) y para librarse de pestes y contagios... La devoción de los parrillanos a San Sebastián Bendito ha quedado traducida en
COPLILLAS Y CANCIONES que, en las formas estróficas de la jota, la seguidilla, el romance o la rondeña, han venido cantándose tradicionalmente con estilo y emoción: ¡Viva Parrillas, mi pueblo! ¡San Sebastián, mi patrón! ¡Y vivan los parrillanos, que parrillano soy yo! Tiene el pueblo de Parrillas cuatro fiestas señaladas: San Sebastián y la Luz, Santo Cristo y Fuente Santa. Es San Sebastián Bendito el patrono parrillano y el día veinte de enero en procesión le sacamos. Otras coplillas conservadas resultan más jocosas y burlescas, en muchos casos procedentes de la rivalidad con Navalcán, el pueblo más próximo.
En este caso, la burla es recíproca: los navalqueños denostan a San Sebastián de Parrillas y los parrillanos hacen lo mismo con el San Paulo o el San Roque de Navalcán. He aquí el resultado:
(Canta Navalcán) Sebastián, patrón glorioso, hijo de la costurera, lleva pantalones rotos por subirse a las higueras. Sebastián, patrón glorioso, fuiste capitán de tropa y no tuviste dinero pa’taparte las pelotas.
(Responde Parrillas) San Paulo de Navalcán, el de las grandes barbazas, que nació de un perejón de la dehesa Calabazas. Estaba San Sebastián subido en un alcornoque con un cuchillo en la mano desafiando a San Roque. (Canta Navalcán) ¡San Paulo de Navalcán, grandes son tus maravillas, que han venido tus cigüeñas pero no las de Parrillas!
(Responde Parrillas) San Paulo ni San Roque lo impedirán porque si no han venido ya venirán...
La verdad es que no siempre las coplas aluden a desavenencias entre Parrillas y Navalcán. Algunas insinúan buenas relaciones...
Parrillas y Navalcán tienen los pastos comunes y yo los tengo contigo sábado, domingo y lunes. A Parrillas me lleva un parrillano. Parece que me lleva Dios de la mano. A Navalcán me lleva un navalqueño. Parece que me lleva Dios a su cielo. En Navalcán nació el hambre y por Parrillas pasó, en Velada hizo noche y en Gamonal se quedó.
En algunos casos, las coplas tienen una doble versión, según quién las diga: Navalcán y Parrillas son dos lugares, que de lejos parecen lindos rosales. Navalcán y Parrillas son dos lugares que de cerca parecen dos muladares. En fin, también en Parrillas cantamos coplas alusivas a Poyales: Soy del Hoyo, soy del Hoyo, soy de la rica ribera, donde se fabrica el oro, la azúcar y la canela. ¡Viva Poyales del Hoyo con todos sus arrabales! ¡Y viva San Sebastián, que es el patrono en Poyales!
REPORTAJE HISTÓRICO: José María Gómez Gómez