Siempre he pensado que una plaza de toros debe ser un lugar emblemático donde la decencia, dignidad, ética, estética y autenticidad sean la principal premisa de un edificio comprometido con el talento, arte, genio, condición, aptitud y primor. Pero nuestra plaza, “La Caprichosa”, uno de los edificios más emblemáticos de Talavera, elegida como santuario de la Tauromaquía y patrón, por hecho y por derecho de los valores, grandeza y excelencias de la Fiesta, es, al día de hoy, un despojo de vergüenzas y despropósitos.
Quisieron los dueños y empresarios de tan enigmático edificio hacer de sus muros un mero negocio fácil, indigno y bochornoso, convirtiendo su gestión en indecente y un manifiesto insulto para la Ciudad de Talavera. Quisieron, a costa de cualquier cosa, sumar dineros sin riesgos, esfuerzos ni exponente.
Quisieron que un edificio ruinoso, sin mantenimiento y nula conservación, sirviese para que el dinero de los talaveranos les llegase regalado y sin escollos.
Y, al final, el veredicto del pueblo de Talavera fue categórico y evidenció, negro sobre blanco y con manifiesta y poderosa autoridad, que de Talavera de la Reina “la muy noble y leal” no puede reírse nadie.
Talavera, la táurica y taurina, ha dado una lección a los villanos y también a su Ayuntamiento, por titubear, silenciar y desconocer un asunto tan trascendente como es la tauromaquia y el respeto a lo que representa nuestra propia historia y tradición.
La lección está servida. Solo me queda, en justicia, dar la enhorabuena a quien ha contribuido al sonoro y apabullante éxito de “La Otra” para limpiar la honra de Talavera e impedir que, en lo sucesivo, tales desatinos puedan volver a repetirse.
Y mi enhorabuena y agradecimiento a La Voz del Tajo y su director Alberto Retana, por el apoyo que desde el principio prestó a la iniciativa de un festejo que, ha sido un redondo, fecundo y notorio éxito que viene a poner las cosas en su sitio.
Si me lo permiten, y como colofón a estas líneas en las que desnudo el alma y escribo con el corazón emocionado, pido disculpas por no haber podido asistir, pero mis obligaciones laborales me exigían ese día el desarrollo de mi cometido profesional en Toledo.
¡Gracias a todos y que Dios reparta suerte!