Un mísero segundo es lo que se necesita realmente para darse cuenta de muchas cosas, cosas que quizá llevabas tiempo intentando encontrar y que por propio orgullo no querías llegar a conocer.
La hipocresía es algo tan degradante como simple, un pequeño instante puede hacer que pases de ser un gran orador, héroe de las masas, a un jodido hipócrita que no sabe la que se le viene encima.
La pasada semana tuve el gran honor de encontrarme ante una situación algo frecuente en este municipio, una discusión sobre política nacional. Me di cuenta que hace falta muy poco hoy en día para discutir sobre política y, lo peor de todo, ya al margen de como concurra la discusión, es que cada uno piensa que “su” partido puede sanear este país de todas esas tropelías que aparecen a diario en los medios de comunicación. Es un buen pretexto a la hora de entrar a la batalla pero me fastidia que ninguno dé su brazo a torcer y que no sepan que lo que realmente deben hacer es dialogar como adultos y llevar la dialéctica a su máximo esplendor.
Volviendo a lo que me interesa, la hipocresía es una autohumillación que te deja con el culo al aire, indefenso ante aves de carroña que están esperando su momento para hundirte en lo más profundo de la nada. Sin embargo, es algo totalmente curable y espero que esto lo estén leyendo todos y cada uno de los políticos que formaron, forman y formarán parte de la dirigencia de nuestra tan querida ciudad. Memorícenlo bien porque seguramente les valga para algo, si quieren curarse de esa ignominiosa “enfermedad” sólo tienen que ser honestos, humildes y honrados, la 'triple H', vaya. Sean auténticos y dejen de mentir, dejen de engañar a la gente con sus tan currados discursos. Nunca serán capaces de improvisar un mítin porque, simplemente, no se atreven a transmitir lo que realmente sienten y piensan, dejen de ser pega, la plastilina se termina poniendo dura.