Salvador Aldeguer
Irene González Moreno | Miércoles 23 de abril de 2014
Visto que el Congreso de los Diputados y demás instituciones políticas echan el cierre en agosto para disfrutar de sus ¿merecidas? vacaciones, la pregunta a plantearse es la siguiente: Si en agosto todo continúa su curso igual de tambaleante que antes de cerrar, ¿por qué volver a abrir en septiembre? El resultado parece ser que es el mismo.
Todo queda pendiente de firmas; los asesores de los secretarios de los subdelegados del adjunto al cuñado del amigo del mano derecha del aspirante a cuarto vicepresidente se echan las manos a la cabeza ante el montón de facturas sin pagar que otros han dejado como testimonio de una gestión administrada como el reverendo culo. El ejercicio de la política ha escorado hacia una profesión de ‘dolceviteros’ y bon vivants que precisan de la pleitesía de sus subordinados para mantenerse en ese virtual cargo que les proporciona una imaginaria patente de corso sobre el bien y el mal. Se elevan impulsados por el viento del poder y abandonan las cuestiones terrenales para estremecernos a los demás con sus gestos de aprendices de dioses. Un trajecito a medida; una corbatita estampada con motivos infantiles; unos zapatitos lustrados por manos ajenas; una reformita en la Constitución; y a ponerse como el tenazas en eternos banquetes de diseño que acaban, como no, con la consabida copita y el obligado puraco. Sí, ya sé que se indignan ante los comentarios indignados de los que ya no tragamos más con ruedas de molino, pero me da igual, a las pruebas me remito, y a juzgar por el resultado del partido, la ciudadanía empieza a remontar la goleada injusta que tenía en su contra. De momento permanecen calladitos y refugiados entre un marasmo de consignas, y aún está por ver quién de ellos da el puñetazo en la mesa y empieza a depurar toda la mierda acumulada. Y es en verano y de vacaciones cuando más se les ve el plumero. No hay nada más ridículo que verlos chupando la cabeza de una gamba en el chiringuito, luciendo unas bermudas con un estampado calcado al de sus ridículas corbatas; o montando en bicicleta poniendo cara de mochilero. Imágenes bochornosas de un verano en el que hemos podido comprobar que hasta las isobaras han entrado en una crisis irreversible. Ellos mismos afirman que se van de vacaciones para ‘no pensar’, y esa premisa sí que la cumplen a rajatabla. Hay que ser muy ingenuo para seguir creyendo a esta panda de mentecatos, y no percatarse de que su vuelta lleva consigo el aroma a fritanga y el perfume de chancla playera sudada, pero nada más. Se fueron para ‘no pensar’, y vuelven con una mano delante y otra detrás, dispuestos a continuar restregándonos sus ideas de bombero pirómano y su inquietante y cobarde actitud pegajosa, pegajosa como el molesto y caliginoso bochorno de verano.
Manzana – S.
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Monkey Business.
¡Buf, que alguien abra la ventana!
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