Víctor Borreguero
David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
“Ahora tomo el sol. Pero hasta ahora trabajé cincuenta años sin sosiego”.
Cosas de Celso Emilio Ferreiro en su ‘Longa noite de pedra’. Dicen que aquel gallego era el poeta de la resignada melancolía y el conformismo esteticista. Yo no le veo así, pero a su costa me pongo a divagar mientras tomo el sol:
¿Por qué Rubalcaba y Zapatero quieren ahora (hic et nunc) reformar la Constitución, con el pretexto de fijar el techo de gasto de las instituciones políticas? ¿Un pulso entre perdedores que se ven ‘forzados’ a incluir en ese cambio constitucional unos ‘pequeños flecos’ para atraer a sus filas a catalanes, vascos y otros de eso?: minucias como el tema de la sucesión chico/chica en la Corona, el derecho de autodeterminación de las llamadas Comunidades Históricas mediante referéndum propio vinculante para el propio Estado, y un par de detalles más. Rubalcaba, para intentar noquear a Rajoy, éste para pulverizar al de Solares en una larga noche de piedra.
Vivimos en un sin vivir mientras el PSOE, para despistar al personal de los inevitables “hachazos antisociales” de obligado cumplimiento, pretende suprimir las Diputaciones Provinciales ahora que prácticamente todas ellas están en manos del PP. Resignada melancolía como en ‘El asno vestido de león’ de aquella famosa fábula del vasco Samaniego en la que al protagonista se le ve la punta de la oreja.
Cuando los filósofos disputan, disputa la humanidad misma, así se explican los diccionarios de filosofía. El problema está en que han muerto socialmente los filósofos, raza de hombres antítesis de los dos niveles de mindundis televisivos de éxito hoy en España: el de los jorjejavieres y el de los rosabenitos.
Igual que las vacalouras buscan insectos en los robledales, todos jugamos al tiempo perdido. Ahora tomo el sol, o sea.
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