En la mañana de este lunes, la casualidad quiso cruzarme con un joven que lucía cierto desaliño, una guitarra entre las manos y una pregunta en los labios.
Alberto Retana | Viernes 01 de abril de 2016
‘¿Sabe usted qué plaza está llena de bares, por aquí por el casco, donde poder deleitar al público con un poco de música y sacar algo para comer?’ La verdad es que me bloqueé porque no supe cómo responderle sin engañarle. Sin querer desanimarle le indiqué que se acercara por la talaverana calle de San Francisco pero que no tuviera demasiada esperanza a lo que él me replicó... ‘pero si es la ciudad más grande que me he encontrado desde Madrid’. Qué razón tenía pero qué desinformación también.
En más de una conversación privada con políticos de esta tierra me he encontrado con su recomendación, a veces requerimiento expreso, de vender las bondades de Talavera y su comarca en nuestro medio.
A fe que, como talaverano de cuna y aposento, no creo que nadie pueda querer más a mi ciudad pero no me negarán que para solucionar un problema, sea el que sea, lo primordial es conocerlo a fondo, ser consciente de las circunstancias y afrontar las posibles soluciones con la cabeza fría. Hay gente, por supuesto, que prefiere esconder la cabeza bajo el ala o en un agujero del terruño, cual avestruz, pero no es mi caso. Por eso, más vale recapitular, analizar y, después, solucionar.
Lo que no ya no tiene otra solución que el llanto es la desaparición de buenos amigos como la simpatiquísima Marisol, la compañera de mi querido Julián Segovia, o el polifacético Raúl Plaza que se han ido para siempre. Desde aquí todo mi cariño como también a esa joven y ese septuagenario que también fallecían estos días. Descansen en paz.