OPINIÓN

Los tronos del juego

Vado permanente

Víctor Borreguero | Viernes 22 de enero de 2016
Que suene el “Libertad sin ira” y el “Habla pueblo habla” mientras plagio a Lorenzo Ricci, un jesuita italiano que nació y murió en el Siglo de las Luces. “O somos como somos, o no somos de ninguna manera”, decía.

Que resuenen mientras pregono un discurso maniobrero de Ortega y Gasset en las Cortes Constituyentes de 1931: “Yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar y, al decir esto, conste que significo con ello que no sólo los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles”.
Cualquier noche de éstas, Elvira Fernández proyectará en el Plasma de la Moncloa la película Juego de Tronos para que Mariano Rajoy, su marido, refuerce estrategias palatinas y amamante sus sueños y nuestros ensueños. Él sabe por qué a Pablo Iglesias le apasiona regalar esa serie —“O ganas o mueres”, es el lema y la contraseña—. Sabe también el porqué de los mofletes de niño de la Bescansa que Pablo, ese personaje a quien el régimen iraní paga para desestabilizar a España, puso hace unos meses cuando regaló públicamente esa serie al rey de España.
Ahora, en la toma de posesión como diputados del Congreso, él y sus adláteres han escenificado un show indecente con la fórmula del juramento: “Me caso contigo para intentar cambiarte”; algo así respecto al Jefe del Estado y la Constitución española.
Como hay problemas que solo pueden conllevarse, para cuando llegue el estreno de la nueva entrega de Juego de Tronos, creo que el 24 de abril —pura coincidencia con nuestro calvario irredento—, el “Libertad sin ira” y el “Habla pueblo habla” de cuando la transición del franquismo a la democracia se habrán marchitado para siempre. Los tronos del juego no volverán a inquietar nuestras conciencias.

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