Miguel Perantón | Miércoles 13 de enero de 2016
“El puente de Talavera lo han arreglao, lo han arreglao”. Asi versa la coplilla que todos conocemos. Aunque también es cierto que no se refiere al puente en el que ustedes están pensando y del que yo les quiero hablar.
El puente de Castilla la Mancha, que es el más alto de España y el segundo más alto de Europa, es una excelente y magnífica obra de ingeniería. Una obra singular que ha identificado a nuestra ciudad desde que se proyectó. Con un tablero volado sobre el cauce del rio que no se asienta en ningún momento sobre su lecho, respetando escrupulosamente el medioambiente y ecosistemas del cauce. Que alcanza una altura espectacular como contrapesos para poder sostener ese tablero en el aire, alcanzando la altura máxima de los cerros que la circundan. Una obra espectacular de la que deberíamos sentirnos orgullosos.
Pero desde sus orígenes hubo quienes se empeñaron en echar el puente abajo. Convirtiéndolo en una ruina en lugar de en un emblema. Todos recordarán la campaña de desprestigio, iniciada por el PP, con aquel invento de que el puente estaba roto. A cuenta de unas coqueras sin rematar, con las que quisieron darnos a entender que poco menos que no se les había caído encima el dia que lo visitaron, aun en obras, de milagro.
Recuerdo al Sr. Gregorio, los pocos meses que fue concejal del gobierno de Talavera y antes de ser Subdelegado del Gobierno hablando de unos supuestos costes de mantenimiento y de la necesidad de no haber tenido que recibir la obra. Lo caro que sería tener que tensionar los cables y por añadido que no se abriría el mirador al público.
Y el caso es que ahora ha llegado un grupo de escaladores aventureros y temerarios, que también hay que decirlo. Porque a mi juicio han cometido una temeridad importante, asaltando el puente y poniendo en riesgo su propia vida y la instalación.
Pero que además han conseguido poner el puente de Talavera en valor y en todos los informativos nacionales e internacionales, además de redes sociales, etc.
Quizás si se polemizase menos, quizás si se reconocieran las cosas, quizás si las obras estuvieran al servicio de quienes las pagan para su disfrute, quizás si el mirador estuviera abierto. Entonces, quizás Jaime Ramos, no hubiera salido en el telediario.
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