Desde la otra orilla
José Cardona | Miércoles 13 de enero de 2016
“Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...De cuando en cuando un beso y un nombre de mujer…”; así cantaba Machado en su poema “Adelfos”. ¡Un beso! Pero, ¿qué es un beso? Veamos. El diccionario de María Moliner lo define como la acción y efecto de besar una vez.
Y aclara, en una descripción entrañable y recatada, que besar es aplicar los labios juntos a alguien y separarlos dando un pequeño chasquido. Es casi inmensamente parco este, y cualquier otro, diccionario, ya que en el libro de la literatura existe una tipología casi infinita de besos. Y, además, los hay de todo color y condición.
Sobre el color de los besos, una madre decía así a su hijo: Los días en que los besos son cálidos, su color amarillo brilla como el sol; los que hacen cosquillas en la oreja, en las mejillas y en el cuello son de color verde luminoso como los campos y los bosques; cuando los besos son largos y tranquilos, tienen un color azul suave y esponjoso como el cielo y son los que nos explican que su amor es profundo, sin límites, un amor tan grande que, mires donde mires, parece que nunca se acaba.
Los poetas, jugando a ser enamorados, advierten del gran valor que encierra el beso a/de la amada. Y lo hacen, como es el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, con este bello y romántico versar: “Por una mirada, un mundo;/por una sonrisa, un cielo;/ por un beso…yo no sé/qué te diera por un beso”. Y es que, como afirma Janus Dousa (en Cupínides, 2, 7) “oscula, non oculi, sunt in amore duces” (Los besos, y no los ojos, son los que nos guían en el amor).
Ya se ha dicho que hay besos de toda condición. No lo dice el diccionario, sino la inspiración, sorprendente en este caso para mí, de Gabriela Mistral. Vean, si no, este poema de la maestra chilena: “Hay besos que calcinan y que hieren,/hay besos que arrebatan los sentidos,/ hay besos misteriosos que han dejado/ mil sueños errantes y perdidos./Hay besos perfumados, besos tibios/ que palpitan en íntimos anhelos,/hay besos que en los labios dejan huellas/como un campo de sol entre dos hielos./Hay besos que producen desvaríos/de amorosa pasión ardiente y loca,/tú los conoces bien son besos míos/inventados por mí, para tu boca”.
El beso, además de un gesto de cariño (que lo es), constituye para algunos pensadores una tormenta química. Al decir del psiquiatra Jesús de la Gándara, autor del libro 'El planeta de los besos', "buena parte de nuestra felicidad depende de los besos que demos y recibamos”. Pero allende esta mirada, el beso ha inspirado, como vemos, hermosos poemas. En su obra “Cancionero y Romancero de ausencias” (1938-1941), Miguel Hernández nos regala estos versos en el poema que titula “Antes del odio”: “Beso soy, sombra con sombra./Beso, dolor con dolor,/por haberme enamorado”. Y ya saben: El beso no se aprende… ¡Enseña!...desde la didáctica de las emociones.
Lo dicho, desde esta columna les deseo lo mejor para estos días en los que comienza a decirnos adiós un año ya viejo, el 2015, y que comiencen el próximo año con ilusiones, con ganas de hacer cosas, con esa esperanza de que se cumplirán la mayor parte de nuestros sueños. ¡¡Feliz Navidad!!.
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