La orilla derecha
Rafael de la Cruz | Miércoles 13 de enero de 2016
Este artículo es el último que se podrá leer antes de las elecciones del 20D y me veo en la obligación moral de manifestar públicamente mi opinión, personal e intransferible eso sí, sobre lo que considero lo mejor que puede pasarnos tras esa cita con las urnas.
Las últimas encuestas ponen de manifiesto, en mayor o menor medida, unos hechos cada vez más incontestables. Por un lado el Partido Popular pierde un importante apoyo, perdida debida fundamentalmente a dos causas: las duras medidas necesariamente adoptadas para solventar la crítica situación económica con la que se encontró al llegar al poder y los casos de corrupción sufridos en sus filas. La primera de las causas se ha visto acrecentada por su mala política de comunicación y la segunda por unos titubeos iniciales a la hora de extirpar a los corruptos de su organización.
Por otro lado el Partido Socialista se dirige inexorablemente hacia los peores resultados jamás obtenidos, fiasco que puede verse motivado, entre otros motivos, por un liderazgo artificial, erróneamente decidido en base a criterios de telegenia y mercadotecnia electoral y también por la ausencia de una postura claramente única en relación a las veleidades de los partidos secesionistas catalanes, sin poder olvidar su clara y no asumida responsabilidad en la gravísima crisis económica sufrida y que nos puso al borde del rescate por parte de las instituciones europeas.
Otro hecho claro es el ascenso de dos partidos de reciente creación: Podemos y Ciudadanos. La formación morada, que en sus inicios mostraba una enorme prepotencia,considerándose la próxima ganadora y a su líder omnipresente, como el futuro presidente del gobierno, ha visto como el tiempo y la realidad les ha puesto en su sitio,obligándoles a moderar su discurso de barricadas y aceptando unos resultados que no superarán en mucho a los mejores obtenidos en su día por la Izquierda Unida de Julio Anguita. Es decir ocupará el espacio tradicional de la izquierda más radical.
Albert Rivera y su cohorte de seguidores incondicionales disfrutan de una situación de privilegio para crecer. Se sitúan en un punto equidistante entre el PP y el PSOE y desde esa posición límbica recogen a los descontentos de la diestra y la siniestra. Las pasadas elecciones municipales no han venido bien a Ciudadanos,pues la obligación de bajar desde las alturas del mero discurso,a la cruda realidad ha puesto de manifiesto tanto las carencias orgánicas que sufre, creciendo demasiado rápido sin reparar en la calidad y cualidad de sus representantes, como también nos ha mostrado una peligrosa indefinición en sus alianzas políticas.
Está claro que con ninguna de las opciones existe una sintonía absoluta con mis posiciones, pretensión absurda e inútil, pero más claro está que nos encontramos en un momento de vital importancia para el futuro de nuestra nación, futuro que no es nada abstracto, sino que se concreta en la vida de cada uno de nosotros y de nuestras familias. Esto nos obliga a meditar el voto, a valorar y ponderar la realidad con criterios suficientes y abandonar subjetivismos y adhesiones inquebrantables. Yo lo he hecho y tengo claro quienes son los que nos venden humo y palabrería, quienes los que realmente defienden los valores de la democracia occidental y quienes los que juegan a aventuras populistas, quienes también los que han sido solventes para la solución de los problemas reales y quienes por contra los suelen agravar cuando gobiernan.
Lo tengo claro y por ello votaré a quienes garanticen el futuro para nuestros hijos, un futuro con trabajo, bienestar y libertad dentro de esta nación que se llama España y que algunos pretenden destruir y otros convertir en su juguete en el que experimentar sus juegos políticos. Votaré sin duda evitando el odio, el resentimiento y la falacia. Nadie es mejor que nadie, simplemente algunos han demostrado que lo saben hacer mejor que los demás, y ya lo dice el viejo refrán: "obras son amores y no buenas razones".