Varios son los frentes desde los que se pretende acabar con las democracias occidentales tradicionales y sospechosamente todos estos frentes se interrelacionan formando un enemigo común.
Uno de estos enemigos no solo no esconde su intención de destruirnos, sino al contrario hace de ello uno de sus objetivos propagandisticos principales, este enemigo no es otro que el islamismo en sus diferentes variantes. Tanto directamente, como a través su quinta columna, instalada entre nosotros aprovechando la emigración o los falsos refugiados, atacan las bases de nuestra sociedad y cultura, la mayor parte de las veces con la complicidad y aquiescencia del otro frente antidemocrático que nos ataca, la izquierda radical de nuevo cuño.
Unos, ademas de la eliminación física, pretender amedrentarnos e imponernos sus bárbaras costumbres tal y como hemos visto en los graves ataques sufridos por mujeres en Almenania la noche de fin de año. Los otros, entre burlas y desprecios, se confabulan para extirpar nuestras mas arraigadas tradiciones, eliminando su caracter cristiano para transformarlas en paradas esperpénticas.
Lo mas curioso es la amistad que los laicistas, antireligiosos e incluso blasfemos de esa izquierda extrema mantienen con los clérigos estadistas de unas naciones dónde imponen como ley el islam, castigando con la muerte a todo aquel que no obedece sus poco demócraticos preceptos.
Sus televisiones son amparadas por estos integristas y los dictadores bolivarianos a los que pretenden emular buscan la ayuda económica en paises como Iràn. Esa vinculación tan estrecha entre ateos militantes e Imanes musulmanes radicales, debería llamar la atención entre los ilusos votantes que les apoyan. Ese vinculo puede venir de un objetivo que ambos comparten: destruir las democracias occidentales fundadas bajo las ideas morales judeocristianas. La nuestra entre ellas.