En más de una ocasión me he jactado de talaverano, algo que hago a mucha gala en cada punto de España a donde viajo, pero hoy me quiero sentir más localista aún de lo que siempre he intentado demostrar.
Vaya por delante, también, el orgullo de padre al poder leer, ya cada semana, los pensamientos de mi hijo Luis Retana Godoy en estas mismas páginas. Él también es un talaverano de pro y más de una anécdota nos ha hecho reir al unísono.
Pero, precisamente por ello, por notar cómo su desasosiego desde la facultad madrileña en la que cursa sus estudios, se me abren las carnes más que nunca. Porque está en juego su futuro y el de miles de jóvenes talaveranos que albergan mínimas esperanzas de retornar a su ciudad cuando acaben sus carreras, en cinco o seis años.
¿Será, entonces, otra generación perdida que nos deberemos apuntar en nuestro ‘debe’? ¿Será entonces, dentro de un lustro, cuando sigan mangoneándonos los mismos políticos que, ahora y antes, hacen y han hecho poco o nada por Talavera?
El salir, cual revolucionario del siglo XVIII, gritando como un descosido por el maltrato a la Ciudad de la Cerámica no carga de razón a quien lo hace, piensen en quién...
Esa me suena más a estrategia electoral que a reivindicación justa. Más bien nos iría si la persistencia, acompañada de la firmeza, sin desdeñar la inteligencia en planteamientos reales y adecuados, fueran las armas con las que pertrecharse cara a quien sea para pedir por Talavera.
Montar circos, hay que montarlos pero con más astucia y estrategia que cinco fotos diarias, tres gritos ‘pelaos’ cada semana y diez mensajes subversivos en las redes sociales. Así, ahora que Talavera de la Reina se ha convertido en una isla popular en la zona donde ya no campean las huestes de Cospedal o Tizón, lo único que se conseguirá es que nos desdeñen más y nos dejen morir por inanición.
Déjense de tanto grito y de tanta mentira electoral y prueben a insistir día tras día en pedir y pedir todo lo que sea necesario.
Acabo explicando mi hartazgo, porque me apetece mucho enviar recadito a los/las que han llegado a dudar de mi talaveranismo (que me consta que los hay y que cruzan mensajes de whatsapp regodeándose desde su torre de marfil). Que se miren en el espejo y caigan en la cuenta de quiénes son, por qué están donde están y qué futuro les espera con tanto vacío neuronal y afectuoso. Que no se olviden que más adelante hay más y el que resiste, gana.