OPINIÓN

La presión social sobre el profesor

José Cardona

David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
El ámbito de la educación y, paralelamente, el de la enseñanza y el aprendizaje escolar no parecen haberse transformado en la misma medida en que lo ha hecho una sociedad que hoy se explica, en gran medida, en relación con el avance de los poderosos medios de comunicación y de unas nuevas tecnologías que potencian el agónico papel del acceso a la información.

Es inevitable, sin embargo, tener en cuenta que estos cambios han de influir, y deben hacerlo, en una nueva forma de percibir al alumnado que viene a la escuela, y que lo hace con expectativas que, a veces, poco tienen que ver con las que han servido para diseñar los programas educativos o definir estrategias didácticas. Ante estos fenómenos, algunas voces autorizadas aconsejan estar atentos a esas posibles transformaciones acaecidas en el alumnado de las escuelas actuales, donde pueden estar presentes, en gran medida causados por el paso de los recursos tradicionales a aquellos que representan las nuevas tecnologías. Cambios en las formas de percibir y conocer, nuevas actitudes y valores emergentes, o una capacidad racional que deja paso a lo simbólico (lo que bien podría estar provocando, en los estudiantes, una reestructuración mental y también en sus formas de relacionarse). En esta línea, se nos invita hoy a reflexionar acerca de una serie de factores que han coadyuvado a transformar nuestra sociedad, así como algunas consecuencias de los mismos en el ámbito de la educación en general, y el de los maestros y profesores en particular. La tendencia actual de la sociedad a considerar al profesor como causa de todos los males que afectan a la enseñanza, tiene su correlato en la inquietud de este colectivo. Sobre esto, afirmaba el profesor Esteve hace un tiempo, el tratamiento que está recibiendo el problema de la responsabilidad civil de los profesores es otro elemento definidor del juicio social sobre el profesor, pues se ha extendido la costumbre de actuar contra los profesores por la vía penal ante el menor accidente que pueda tener un niño en el colegio, para obtener una sentencia más rápida y una indemnización mayor que si se recurre a la vía administrativa o al derecho civil. Y es que el aumento de las expectativas de la sociedad respecto al rol del profesor constituye el origen de situaciones que provocan angustia y estrés en el profesorado y, asimismo, es la causa de un porcentaje importante del absentismo laboral en esta profesión. Permítame, estimado lector, que cite de nuevo al profesor Esteve cuando afirma que: Si aumentan los accidentes de tráfico, se pide a los profesores que enseñen la educación vial; si aparecen nuevas enfermedades, se pide al profesorado que desarrolle programas de educación para la salud; si aparecen en la sociedad conductas de intolerancia y violencia hacia los emigrantes, la sociedad clama para que en las escuelas se haga educación para la tolerancia y se exige, asimismo, a los docentes que incorporen estrategias de educación intercultural; ante el pavoroso problema de la droga, muchos sectores de la sociedad miran hacia otra parte, pero a los profesores se les implica, como una obligación natural, en el desarrollo de programas de prevención de la drogadicción.

Si a todo lo anterior añadimos la ruptura del consenso sobre educación (cada partido político trata de imponer, y de hecho lo hace, su propia visión de la misma), la necesidad de modificar la formación inicial de los profesores (sobre lo que intenta sentar cátedra el señor Rubalcaba a estas alturas), la modificación de las relaciones interpersonales en la enseñanza, los cambios acaecidos en la valoración social del profesor, la ausencia de acuerdo acerca de los contenidos curriculares, o las muy deficientes condiciones de trabajo ante una actividad fragmentaria, son cuestiones que siempre se plantea la política educativa pero que nunca soluciona ¿Hasta cuándo hemos aguantar tanta estulticia?. No es extraño, pues, que mi amigo Eulalio ande al respecto más “indignao” que los del 15-M.

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