Cuántos anhelos de libertad, cuántos anhelos de plenitud, de bien, de felicidad y es que en realidad fuimos creados en libertad y en el amor, pero esta vida plena es producto de una continua lucha emprendida cada día para vencer todos los obstáculos que pueden apartarnos para este propósito y es más una lucha interna que externa, aquello que nos estorba y ...
... nos quita la paz no está en los acontecimientos o circunstancias que nos toca vivir como en el modo que lo interpretamos y lo enfrentamos, no en las personas que nos rodea sino la manera que las percibimos y nos relacionamos con ellas, no en la presencia y en la ausencia de las cosas, sino en el deseo y en la dependencia que tenemos hacía ellas.
Cuando deseamos algo de manera incontrolable, cuando la presencia de alguien nos es imprescindible, cuando algo o alguien se han convertido en el eje o motor de nuestra existencia, entonces nuestra vida pierde el equilibrio, surge la inseguridad, el temor y las actitudes posesivas, egoístas o ambiciosas. Sin darnos cuentas vamos perdiendo la libertad para ser nosotros mismos, para crecer y alcanzar nuestras metas. Y esto nos sucede cuando una persona que puede ser nuestra pareja, hijos o un amigo se transforma en el centro de nuestro mundo y todo gira a su alrededor, cuando es la fuente de seguridad o alegría, cuando no toleramos la idea de alejarnos de ellos o de perderlos.
También ocurre cuando todos nuestros deseos y esfuerzos están centrados en los bienes materiales, en las cosas que poseemos o necesitamos tener. Cualquier cosa o persona a que estemos aferrados que consideremos indispensable en nuestra vida y de la que no podamos apartarnos está en camino de convertirse en un apego o en una dependencia.
Existen también otros apegos más sutiles, pero que pueden ser igualmente intensos, como el apego a nuestra imagen, juventud o belleza, a nuestra popularidad o prestigio, inteligencia o habilidades... así como a nuestra manera de pensar y nuestros hábitos y costumbres, que no podemos o no queremos cambiar, también podemos estar apegados al pasado, a una persona que ya no está, a una vivencia que añoramos, a una etapa de nuestra vida e incluso a un sentimiento negativo, un remordimiento o un rencor. En realidad nuestra naturaleza humana posee una tendencia innata a la dependencia y el apego.
A sí mismo esta tendencia a la dependencia al apego puede manifestarse de experiencias traumáticas de separación o de pérdida, de baja tolerancia a la frustración que va a fomentar la búsqueda de placer
inmediato y la intolerancia a la espera.
Por otro lado también podemos valorar las características propias de nuestra personalidad que puede inclinarnos hacía una relación de dependencia y apego, esto puede ser una baja autoestima, inseguridad o timidez o tendencia a la culpa, incapacidad para estar solos, dificultad para reconocer y expresar nuestros sentimientos, impulsividad o conflicto en el manejo de la agresividad o sexualidad.
Si nos damos cuenta que en nuestra vida existe alguna cosa o alguna persona a la que estemos fuertemente apegados, si nos esforzamos en tenerla y en poseerla a toda costa, si esto no nos deja ser nosotros mismos hay que romper y cortar esta actitud, tenemos que desapegarnos.
Hay que tener claro, que desapego no quiere decir desinterés, indiferencia o desamor. Significa saber tenerlo todo sin pegarnos a nada, de utilizar las cosas sin aferrarnos, de acoger a las personas sin querer poseerlas o retenerlas, también necesitamos comprender, que nada exterior a nosotros puede darle el sentido a nuestra vida si este no brota de nuestro interior, de nuestras metas , sueños y proyectos que nadie puede a hacer por nosotros.
Es necesario una preparación y un entrenamiento en diversos aspectos: En primer lugar fortalecer nuestra autoestima, poder reconocer nuestro valor, saber que somos personas valiosas.
Otro aspecto importante es encontrar y entender las causas de las razones de nuestro comportamiento dependiente, esto implica reconocer nuestra fragilidad, nuestras consecuencias y asumir nuestros impulsos y deseos para poder darles la orientación adecuada.
Luego tenemos que ser capaces de reconocer y aceptar que todas las personas que forman parte de nuestra vida aún la más cercana y queridas son pasajeras que han estado o estarán con nosotros por un tiempo y que por tanto no podemos aferrarnos a ellos ni poner nuestra seguridad y felicidad a unas pocas personas o posesiones materiales esperando que ellos nos colmen nuestra necesidades afectivas porque esto es imposible, tenemos muchas personas alrededor para poder aportar y que nos aporten, debemos estar dispuestos y abrirnos a relacionarnos con los demás , a hacer nuevas amistades.
Las personas y las cosas vienen a través de nosotros pero no para nosotros.