Gabriel Cano | Miércoles 23 de abril de 2014
Hace algunos años, en mis estudios de Antropología Social y Cultural, quise descubrir que había detrás de un proyecto de intervención social o integración social, en aquel momento, me adentre en un centro de integración social para personas que salían de la cárcel o centro
penitenciario.
Empecé a observar porque personas que no se conocían, personas que habían estado en prisión podían convivir con profesionales sociales, y que este proyecto tuviera un numero efímero de situaciones complejas. Lo que venimos a decir “marrones” o “pollos”, tras el estudio en cuestión vi la importancia de la confianza en el “educador” como uno de los factores más importantes dentro del proceso.
De esto hace ya unos años, y voy dándome cuenta en las intervenciones en nuestros grupos de ayuda mutua, en las escuelas de padres, y hasta en la intervención directa, la importancia de la confianza en el profesional, como parte resolutiva de tu propio conflicto, y de tu propio problema. Y podemos estar ante un buen profesional, que si no confiamos en lo que nos dice, no creeremos que pueda ofrecernos una ayuda.
En ese estudio, veíamos que una parte fundamental para la ayuda social es la confianza en el profesional, confianza en que podemos salir, confianza en que podemos cambiar, y confianza en ser capaces de volver a donde algún día estuvimos, o ser capaces de llegar a donde todos pueden llegar. Debemos confiar en todo el proceso de cambio, en el proceso de ayuda.
Actualmente, en nuestra situación de crisis actual, han llegado a destruir toda esa confianza que teníamos, han sido capaces, de dejarnos sin sueños, dejarnos sin esperanza, ahora cuando hablamos con la gente, busca no llegar a menos, en vez de luchar por llegar a mas. Y en estos momentos cuando, por necesidad vamos a ver a algún especialista de psicología o trabajo social, vamos con la desconfianza de que poco podrá hacer para ayudarnos, sin darnos cuenta que somos nosotros los que debemos de ayudarnos.
Existe un sistema de protección social, que hemos denominado Servicios Sociales, y que pretende dotar de recursos necesarios a aquellas personas que tienen algún tipo de desventaja social, ya sea económica, de salud, social, etc., y la hemos visto durante mucho tiempo como el espacio donde recurríamos para hacer frente a nuestra situación de necesidad. Aun ese sistema ha quebrado, o quizás ha colapsado, y en él, desde hace tiempo hemos dejado nuestra suerte.
Ahora, en la situación que nos ha tocado vivir, debemos de empezar a sacar esa confianza que tenemos y que hemos dejado guardada en el armario, para empezar a salir y empezara fortalecernos para conseguir nuestros objetivos y nuestras metas. Aprendamos a trabajarnos, para poder lograr el objetivo.
Si nosotros empezamos con un “no sé si podré” o quizás “lo intentaré”, hace que desde el principio de la acción, empecemos a pensar en que no lo conseguiremos. Cuando estamos delante de una familia con conflictos internos, y empiezas a escuchar frases como “no sé yo si funcionará” o “bueno, es que somos muy especiales en mi familia”, nos da señales de la poca confianza en sí mismo, y hacia el cambio que tiene la familia.
Para empezar a producir un cambio, se ha de desear ese cambio, y se ha de confiar en que podemos producir ese cambio que estamos diciendo. Si yo directamente no confío en que voy a conseguirlo, seguro que no pongo todo lo necesario para poder alcanzar el objetivo. Focalizar el objetivo, y definirlo bien, nos hace mal fácil esa confianza, para ello, muchas veces debemos recurrir a un profesional, el cual nos ayuda a poder definir hasta donde quiero llegar, y nos ayuda con las herramientas necesarias, pero no puede cambiarnos, somos nosotros mismos.
Hemos llegado a una situación en la sociedad, en la cual hemos dejado todo en manos de otros, la educación de nuestros hijos/as, la solución de problemas, la búsqueda de empleo, etc., siempre externalizamos la culpa, nos cubrimos para no reconocer nuestra responsabilidad, y muchas veces, porque desconfiamos en que lo haremos bien.
A partir de aquí nos encontramos con la confianza en el profesional, que lejos de ser mejor o peor en su trabajo, depende de cómo nosotros nos acercamos a él, y las propias referencias y nuestras esperanzas en su trabajo. Aquí influyen las expectativas creadas de antemano, así como la entrada en su conjunto. Como nosotros nos acercamos.
Y entra en juego el porqué un profesional ayuda a unos y a otros no. Y también entra el dilema de lo público o lo privado. Debemos ir al profesional en el cual confiemos que nos puede ayudar. Y recuerdo dos frases de dos clientes diferente donde decían, “hemos ido a muchos sitios e iremos donde haga falta para que cambie, pero creo que será imposible” o “hemos venido para que ayudes a cambiar a mi hijo/a”.
En nuestro Gabinete Social, si nos damos cuenta que la persona no confía en nosotros, o no confía en su propio cambio, somos los primeros en abortar el proceso de ayuda. Ya que montamos nuestro Gabinete para ayudar a cambiar a las personas, no para ser un referente en el fracaso profesional. Además que nos importan nuestros clientes, y queremos lo mejor para ellos.
Y aunque una definición de confianza es “la apuesta para el futuro, con lo que sabemos del pasado”, a nosotros nos gusta devolver cuantas situaciones complejas, difíciles han sido capaces de solventar, solucionar o resolver, por qué ahora no son capaces.
Debemos aprender a no ser positivistas, pesimistas o realistas, no nos conducen a nada, sino debemos aprender a movernos hacia los objetivos que nos proponemos, unas veces con más fuerza y otras con menos, pero con la confianza en que el movimiento es la acción para el cambio. Y cuantas más veces nos equivoquemos, mas veces estamos aprendiendo.
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