OPINIÓN

Enrique Núñez

Emilio Jiménez

Irene González Moreno | Miércoles 23 de abril de 2014
No sé muy bien a ciencia cierta a cuántas cenas de la Hermandad de San Isidro he asistido.

No podría, ahora mismo decir el número exacto, pero han sido muchas. Pero la de este año ha sido algo especial. Quizá porque todos los que estuvimos en El Camotal observamos como el presidente de la hermandad, Enrique Núñez, se emocionó. Ante su gente, el responsable de San Isidro no pudo resistir la emoción y mostró su lado más humano. Un aspecto, por cierto, difícil de describir hasta para los que nos ganamos el jornal dándole a la tecla.

Núñez ha sufrido en los últimos tiempos un par de percances que no pueden caer en el olvido, pero –gracias a su fuerza de voluntad- se ha recuperado y su sonrisa y bondad volvieron a brillar en esta noche de mayo. Unas seiscientas personas integraron la cena más numerosas de cuantas ha programado la hermandad, no faltó nadie a la cita, Bueno sí, los integrantes de esa familia que conoció la muerte de cerca unas horas antes del acto.

El capítulo de intervenciones lo protagonizaron el propio Enrique –no se cansó de mostrar su agradecimiento a todos-, María Luisa Araújo –que ofreció una nota de esperanza cara a erradicar el desempleo- y el alcalde José Francisco Rivas, que decidió no restar protagonismo al presidente y únicamente dijo unas palabras de apoyo para él. La organización rayó la perfección y todos ya estamos pensado en la cena del año que viene. Para entonces, espero volver a encontrarme con el Enrique que hemos visto este año: alegre, sincero y lleno de vida. Algo que no será nada difícil si se tiene en cuenta el afán de superación del personaje. Gracias por todo, amigo.

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