Hace exactamente cinco años, el 14 de marzo de 2020, España entraba en una de las etapas más críticas de su historia reciente. El Gobierno de Pedro Sánchez decretó el Estado de Alarma en todo el país debido a la expansión del COVID-19, una medida sin precedentes en la democracia española. Este decreto, aprobado en un Consejo de Ministros extraordinario, imponía restricciones a la movilidad de los ciudadanos con el objetivo de frenar la propagación del virus.
Aquel día, La Voz del Tajo informaba sobre las restricciones impuestas, que entraban en vigor a partir del lunes 16 de marzo a las 8:00 horas. Solo se permitía salir a la calle en casos excepcionales: compra de alimentos y productos de primera necesidad, asistencia a centros sanitarios, desplazamientos laborales justificados, cuidado de personas vulnerables y otras situaciones de urgencia debidamente justificadas.
Lo que entonces se presentaba como una medida temporal se prolongó mucho más de lo esperado. Durante meses, España vivió confinamientos, cierres perimetrales, restricciones horarias y un sinfín de medidas para contener el virus.
Las calles quedaron vacías, los balcones se convirtieron en puntos de encuentro y los sanitarios se convirtieron en los héroes de una sociedad que se enfrentaba a lo desconocido.
El impacto de aquella decisión sigue notándose cinco años después. La pandemia dejó miles de víctimas, pero también cambió la forma en que trabajamos, nos relacionamos y concebimos la salud pública. Hoy, la COVID-19 ha pasado a ser una enfermedad endémica, pero aquel 14 de marzo de 2020 siempre será recordado como el día en que España se paralizó para enfrentar una de las mayores crisis de su historia.
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