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HISTORIA

San Sebastián, Santo aceitunero y patrón de Belvís de la Jara

San Sebastián, Santo aceitunero y patrón de Belvís de la Jara
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Artículo escrito por Ana María Castillo Pinero

viernes 17 de enero de 2025, 09:36h

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En el santoral, como en la vida misma, existen Santos Viejos y Santos Nuevos. Los Santos Viejos son los que se celebran en los primeros meses del año, y están muy relacionados con los trabajos del campo, puesto que los meses de invierno son de reposo agrario. Entre estos santos figuran San Antón, Santa Inés, San Blas, la festividad de la Candelaria, y por supuesto, San Sebastián.

En muchos pueblos los santos de enero y febrero han ido desapareciendo, dando prioridad a las celebraciones de primavera y verano, para favorecer la asistencia de los emigrados. Hay un dicho que sugiere que,” cuando se elige un santo nuevo, el viejo deja de hacer milagros”.

En la historia de la Iglesia, San Sebastián es un mártir de los primeros siglos. Se trataba de un joven soldado romano que no quiso renunciar a su fe, sufriendo el castigo de ser asaeteado, motivo por el cual se le representa atado a un árbol, normalmente a un olivo, y con el torso descubierto atravesado por varias flechas. Muchos historiadores ven ciertos paralelismos entre la iconografía de San Sebastián y el dios Apolo de la mitología grecorromana. Puede que este hecho explique por qué a San Sebastián se le ha vinculado con la protección frente a las enfermedades, porque en la antigüedad, Apolo enviaba plagas en forma de flecha sobre los pueblos de la tierra.

San Sebastián es el patrón de Belvís de la Jara, desde el año 1717, cuando los belviseños se encomendaron a su protección frente a la peste. Desde entonces, cada 20 de enero se celebra su Fiesta Mayor, una fiesta que llega más o menos con el final de la campaña de la recogida de aceituna, actividad laboral de suma importancia económica para el pueblo. La recogida de aceituna en España abarca desde diciembre hasta febrero, pero por esta zona de los Montes de Toledo se dice que “quien recoge antes de enero, deja dinero en el madero”. Por este motivo, para muchos aceituneros, esta fiesta coincide con la mitad o los retazos finales de la campaña, y es un momento de descanso y esparcimiento bien merecido. Como dice la antropóloga María Cátedra, conocer a los santos patronos de un pueblo, nos dice mucho de su forma de vida y de sus actividades económicas.

Aunque la mecanización de los trabajos de recogida ha aligerado su dureza, “la varea” sigue presente con fuerza en la memoria colectiva del pueblo. No hace muchas décadas, hombres, mujeres y niños se ponían en camino de madrugada por los valles, pertrechados de varas y paños, a conquistar las empinadas barreras. Todo el que ha ido “de aceituna”, lo recuerda como algo épico, debido al gran esfuerzo físico que se realizaba y al frío que se soportaba, pero también como un día alegre de convivencia con familiares y amigos. Tradicionalmente el trabajo se dividía por género, los hombres vareaban y las mujeres y los niños iban “a rebusco”, a coger la aceituna que quedaba en el suelo.

Miguel Hernández con su poema Aceituneros hizo inmortal el trabajo en el olivar: “Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos?”.

Gracias a todas estas generaciones de aceituneros, hoy podemos disfrutar del valioso legado olivarero, símbolo de nuestro país y bandera del mercado de exportaciones. La herencia cornicabra florece cada año sin excusas en la Jara Baja, desde que los labradores del siglo XVIII comenzaran a “rozar” el monte.

Para mí que San Sebastián sigue protegiendo a los aceituneros, a pesar de ser un Santo Viejo, y a todos sus descendientes emigrados, que ya se han librado de ir a varear, pero que cada 20 de enero, sacan pecho ante sus jefes, para poder retornar ese día a su pueblo y decir: ¡Viva San Sebastián!

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