Reza el diccionario de la Lengua española que en algunas religiones de la India, la energía derivada de los actos de un individuo durante su vida se define como KARMA. Además, esa energía condiciona cada una de sus sucesivas reencarnaciones, hasta que alcanza la perfección.
Realmente, es una palabra sánscrita que significa ACCIÓN y la ley del karma dice que toda acción tiene una reacción, que todo tiene una consecuencia, que todo lo enviado al Universo, tarde o temprano, volverá a nosotros. Vamos, lo que por aquí conocemos como causa y efecto.
Algo así como lo que ha ocurrido con toda la ralea de cobardes indocumentados que escupían veneno a través de las redes sociales y que, tras el anuncio de investigación por el fiscal de delitos de odio, han vuelto a sus agujeros para esconder el rabo y cerrar la boca.
Pero no se trata solo de los envalentonados macarras de tecla fácil, sino que esta época de rendir cuentas comienza también, con el nuevo curso, para ciertos politiquillos que se habían elevado un metro del suelo para perder la noción de la realidad en el último año. Se avecinan tiempos extraños para quienes han creído vivir una realidad paralela y descuidaron sus posaderas para confirmar aquel dicho… “si quieres saber cómo es fulanito, dale un carguito”.
Y lo peor es que sus decisiones, sus amenazas, sus obsesiones o sus empecinamientos… tienen consecuencias para todos nosotros. Creen que nos van a hacer tragar con ruedas de molino sin caer en la cuenta de que su cargo tiene la misma caducidad que un yogur y a veces, ni eso.
En fin, compren palomitas, acomódense en sus sillones y abran bien los ojos y los oídos porque comienza un nuevo curso escolar, político y vital que podría llamarse “El Circo del Karma” y que para algunos puede ser el último.