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¿Se puede ser más miserable? Muerte en Mocejón

Moisés de las Heras
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Moisés de las Heras

Escrito por Moisés de las Heras, colaborador de La Voz del Tajo

sábado 24 de agosto de 2024, 19:30h

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La pregunta lanzada por la delegada del Gobierno en rueda de prensa merece una respuesta. Una respuesta doble.

No. Así de contundente. No. No hay nada más miserable. O sí. Sí que hay algo más miserable que eso. Sí y no, a un tiempo.

Vayamos con lo políticamente correcto, para que no quepa duda de mi posición, y luego vayamos con las declaraciones, que sin duda serán objeto de polémica.

No, no hay nada más miserable que acusar sin pruebas, con intenciones políticas. No hay nada más cruel y miserable que sugerir que el asesino pudiera ser un inmigrante ilegal, sin datos. Pero juzguemos las cosas razonando, para variar. ¿Quién ha dicho tal cosa? Lo han dicho unos exaltados en redes sociales. Las redes sociales son un vertedero, en efecto, tiene razón la delegada, donde todo tonto opina y donde hasta el más necio tiene libertad de expresión. Todo tipo de gente, energúmenos o gente con cabeza puede expresarse.

Pero no es legítimo censurar y reprimir esta o aquella opinión, por muy obtusa, brutal o salvaje que nos parezca. Nos encaminaríamos hacia un régimen como el de Maduro. Por tanto, lo que debe hacer una persona medianamente inteligente es valorar hasta qué punto esa opinión vale la pena ser contestada. Valorar si hay que darle importancia y un altavoz. Y valorar si es verdaderamente racista o finge serlo quien la emite, porque tal vez su propósito sea político, darle en las narices a la izquierda. ¿Acaso merecen estos exabruptos nuestra más mínima consideración? ¿Merece la pena hacerles el mínimo caso? No vale la pena que se atienda a un imbécil. Se le deja vomitar, pero se le ignora. Así se le replica y se le destruye. Lo inteligente es ignorarle, porque el simple hecho de discutir con él es rebajarse. Y los inteligentes no discuten salvo…

Salvo que también vean la ocasión de sacar su correspondiente rédito político al contestarle. Salvo que se obtenga un rédito político enfrentándose a ellos, entonces se discute. Y cuanto más iracundo, más radical, más descerebrado, más necio sea el fascista, más rédito político se saca.

Verán. Hay cierta intencionalidad política en sacar al radical en los medios para demostrar lo majadero que es. Las intencionalidades políticas suponen un modo distinto de razonar, que nada tiene que ver con la realidad humana. Porque una cosa es la realidad humana y otra la realidad política, son cosas distintas. Una cosa es el caso y la opinión acerca de los hechos y otra intentar dejar al rival político por los suelos. Con toda seguridad, quien ha lanzado ese exabrupto sin pies ni cabeza, acusando a un negro sin papeles imaginario, no estaba movido por una indignación ante la muerte del niño de Mocejón. Ni por el racismo ni por la xenofobia, créanme. Probablemente, lo que pretendía era dar un zasca en todas las narices a la izquierda poniendo en solfa su política de integración, sin pensar demasiado en el racismo ni en puñetas. Con tal torpeza y fracaso, —dado lo tarados que suelen ser estas bestias pardas—, que sufrieron un efecto boomerang y, a la postre, consiguieron que el zasca se volviera contra ellos. Porque están drogados de tontería. Son brutos. Son zafios. No piensan ni razonan. Son primitivos. Son incultos. Solo les mueve su posición de derechas contra la izquierda. ¿Para que seguir? ¿Acaso merecen un minuto de nuestra atención? ¿Merecen que les dediquemos un solo segundo de nuestro razonamiento para llevarles siquiera la contraria? No, no lo merece. Hay que ignorarlos, como digo. Como si nada hubieran dicho.

A no ser que haya una intención política mayor, también intencionada, en nuestra respuesta.

Sacándolos a la palestra, reproduciendo sus salvajes comentarios no solo estamos “culturizando” a la gente y convirtiendo a esta sociedad en algo mucho mejor. También ejercemos la labor de todo sistema político vigente, que es construir una nueva forma de pensar que cale en la sociedad. Esta vez con la finalidad de mejorarla.

Todo gobierno, todo sistema, sea democrático o no, pretende lo mismo: convencer a la sociedad de que su escala de valores es la mejor y que dicha escala coincide con la ideología del régimen. Ya digo que no ser racista es bueno y que está bien que se “eduque” a la gente en esa dirección. Pero no perdamos de vista que, sea cual sea el régimen en el que vivamos, los gobiernos siempre nos intentarán convencer, no solo de su ideología, sino de algo más profundo: de los valores sociales que sostienen esa ideología para que se mantenga y eternice en el tiempo. Sean los valores que sean. Fíjense, si no, en Elena Francis y sus consejos, tan adaptados al régimen que se vivió entonces, durante el franquismo.

Esa educación sentimental que el pueblo “necesita" incluye la destrucción del pensamiento anterior y, en este caso, no solo del pensamiento erróneo, racista y xenófobo, sino de la eliminación de todos aquellos sectores de la sociedad que la defiendan. Sobre todo partidos que, supuestamente, al menos, defienden tal racismo, tal xenofobia, tal pensamiento antiguo. Y el ataque contra los racistas sin nombre de las redes incluía un sutil machetazo a Vox y su ideología. Sea dicho pensamiento el de Vox, racista o no, tal como expresan las redes sociales, aprovechando que el Tajo pasaba por Mocejón salió la delegada para acusarles.

Puede ser que solo sea una minoría exaltada, como las que hay en todos los partidos, quienes manifestaron tal atrocidad. Pero la codicia política era más imperiosa que ser objetivos al analizar el problema. Era más imperioso poner en el foco a los tontos radicales y sus aberraciones para sacudir un buen zasca indirecto a Vox. Porque los inteligentes frente a los zafios son como Cassius Clay frente a Mr. Bean, (o como Imane Khelif frente a Angela Carini) Se les derriba en 46 segundos. Dejarlo pasar hubiera sido lo coherente, pero ¿quién desprecia tal caramelo político?

Se deben ignorar todas las aberraciones que se lancen desde las redes sociales, tanto desde un lado político como desde el otro. Pero las que se ponen a huevo, ¡ay, amigo!, ¡los políticos la aprovechan!

A diario se escuchan brutalidades en redes sociales, pero solo se subrayan aquellas que políticamente interesan y dejan en mal lugar al contrario.

Otra cuestión diferente es la duda que nos mantuvo en vilo sobre quién era el asesino. La buena lógica nos decía que había sido un perturbado, fuera de la raza que fuera. Entrar en un polideportivo, arremeter cuchillo en mano y causar la muerte al niño que no pudo escapar por su torpeza, por su falta de reflejos o porque estaba cojo, según se ha sabido, es cosa que imaginábamos desde el primer día. Todo indicaba que se trataba de una persona esquizofrénica o demenciada. Esto lo pudo ver hasta el más tonto de las redes. Pero se prefirió sugerir que podría tratarse de un inmigrante, acordándose de aquel bulo que ocurrió hace unos meses en Inglaterra. Los irracionales fascistas intentaron que fuera políticamente aprovechable. Como aprovechable políticamente también fue la reacción posterior del Gobierno contra esos cuadrúpedos.

Y ahora les planteo una reflexión, un matiz que creo no debe eludirse cuando se analiza el caso de Mocejón. Estaba claro, desde el minuto uno, que todo indicaba la culpabilidad de un demenciado. Estaba claro que los exaltados tenían una intencionalidad política en su acusación a los inmigrantes. Estaba también claro que hacerse eco de las manifestaciones anónimas de unos racistas enloquecidos, —esas opiniones particulares, anónimas y sin calidad—, era una reacción política lógica de la izquierda. Intenciones políticas que no se guiaban por la lógica natural, pero sí por la lógica política.

Pero lo que me pregunto es por qué tardaron tanto los políticos del PSOE en dar el pésame a la familia. ¿Porque no dieron el pésame antes de conocerse la identidad del asesino? Busco una explicación y no la encuentro. Pero lo más grave es que sí la encuentro. Y lo que encuentro me parece terrible. Y aquí es donde digo que sí, que hay algo más cruel y miserable que acusar sin pruebas con intenciones políticas. Sí hay algo más cruel y miserable que eso.

¿Por qué tardaron tanto en dar el pésame? ¿Estaban esperando tal vez que se resolviera la identidad del asesino para, una vez conocida, decidir si convenía o no convenía manifestar el infinito dolor que les causaba a los políticos? ¿Por qué lo hicieron tan tarde? ¿Tal vez era prioritario saber primero de quién se trataba para luego adaptar la reacción según quien fuera, más que mostrar su apoyo limpio a la familia, sin segundas intenciones? ¿Y por qué era más prioritario la identidad del asesino que el niño muerto?

Pensemos un poco, más allá de toda ideología. Imaginemos a Pedro Sánchez tuiteando condolencias al día siguiente, o ese mismo domingo, cuando aún no se conocía quien era el asesino. Les recuerdo que tardaron dos días en capturarle y que la policía no soltaba prenda. Y ahora imaginen que el asesino hubiera sido un inmigrante ilegal, de esos que saltan la valla. El presidente se hubiera retratado, ofreciendo sus condolencias por un crimen realizado por un negro. Hubiera sido políticamente comprometido. ¡Nada menos que Pedro Sánchez lamentando un asesinato realizado por un inmigrante ilegal! Se hubiera parecido a Trump y la coherencia de su discurso se hubiera venido abajo. Claro que hablar de coherencia y de Pedro Sánchez a un tiempo... Sin embargo, si hubieran tenido la seguridad desde un principio de que era un varón español, blanco y heterosexual, unas condolencias ofrecidas el mismo día hubieran confirmado el discurso de que la violencia no la ejercen los inmigrantes. Si hubieran aplicado la lógica analizando los datos normales, no políticos, de que dispusimos ese mismo domingo, hubieran llegado a la conclusión de que se trataba de un loco, sea de la raza que fuera, y que la inmigración ilegal no tenía nada que ver. Pero se mantuvieron a la expectativa política, esperando al resultado político para obtener rédito político y no cagarla políticamente según su visión política de la realidad. Solo cuando confirmaron que no era marroquí, entonces sí, elevaron condolencias a troche y moche y repulsa a los sembradores del odio. Pero no antes, no fuera a ser que metieran la pata respecto al “relato”.

Y lo mismo reza para los fascistas de las redes sociales. Solo que, en este caso, como venimos diciendo, son “más brutos que un arao” y no tienen los patitos en fila, lo cual resulta en cierto modo un eximente. Pero, en lo que respecta al gobierno, ¿acaso tenían miedo o dudas de que los exaltados racistas tuvieran razón y hubiera sido realmente un inmigrante ilegal? Solo esta explicación que encuentro responde con coherencia a la tardía reacción del gobierno. Esperaron a conocer al asesino. Estaban más preocupados por el DNI del asesino que por la muerte de Mateo. Les importaba un huevo Mateo.

Sí, señora delegada, hay algo más miserable que acusar sin pruebas con intenciones políticas. Algo más cruel y miserable: que los beneficios políticos prevalezcan sobre las razones humanas. La familia se hubiera merecido una reacción rápida y contundente de las instituciones contra el asesino, fuera quien fuera, al puñetero primer minuto de producirse el terrible suceso, en honor a Mateo. Aunque yo, de ser la familia, no me hubiera preocupado mucho por lo que un político manifieste o deje de manifestar ante la muerte a cuchilladas de mi hijo. Se llega a la conclusión de que un político merece la misma atención que un salvaje fascista o comunista en redes sociales. La misma, mismita atención.

Estamos en una sociedad donde la política lo domina todo y donde la miseria y los intereses de poder reinan sobre las razones humanas. Sí, señora delegada, hay algo más miserable. La miseria política.

Toda persona, todo individuo, todo muerto, todo sexo, toda víctima, todo asesino, toda raza, todo niño es susceptible de ser observado, juzgado, valorado, enjuiciado como instrumento o arma política en beneficio de quienes pretenden el poder. O lo ostentan.

Pero, en fin, serpientes de verano. Como serpiente de verano fue el beso de Rubiales. Llegará septiembre, llegará octubre, estaremos a otras cosas y ya nadie se acordará de Mateo. Porque en el beso de Rubiales sí tiene recorrido político y de Mateo… de Mateo ya no se puede sacar más sustancia. Sustancia política, me refiero.

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