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Carta del Director

La muerte de un niño

Alberto Retana
Alberto Retana

Escrita por el Director de La Voz del Tajo, Alberto Retana

miércoles 21 de agosto de 2024, 10:00h

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Había decidido dejar este espacio en blanco, sin una letra, sin sonido alguno por respeto a la muerte del pequeño Mateo en Mocejón pero finalmente he preferido rebelarme ante lo indeseable en que se ha convertido nuestra sociedad.

Y esa condición de podredumbre empieza por tener consciencia de que un pequeño de 11 años, como podría haber sido cualquiera de nosotros, no está seguro donde vive. Que en un momento dado, uno de nosotros puede morir a manos de un semejante por una discusión, un problema mínimo, una porfía, un cambio de impresiones o una disputa de tráfico o de fútbol.

Esa circunstancia de inseguridad, que para nada podemos achacar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, más bien se origina en el ambiente raro y especialmente repleto de ansiedad y tensión que se vive en cada calle.

Parece mentira también que todos hayamos contribuido a rellenar cada hueco de ese globo indeseable llamado sociedad actual y que no nos paremos por un momento a reflexionar sobre ello. Pero luego están los profesionales.

A los que mal llamo profesionales son todos esos oportunistas que han salido de debajo de las piedras o de los huecos oscuros tras las puertas que siempre estuvieron más cerca de los bordes de la Ley que de la normalidad. Esos y esas que, en muchos casos, se esconden tras los perfiles falsos que les permiten las redes sociales. Esas aplicaciones informáticas que comenzaron siendo enormemente útiles y se han convertido en estercoleros.

Ante estas palabras volverán las hordas de orcos anónimos a decirme o a decirnos de todo pero lo que no van a encontrar es silencio. La misma falta de silencio que ha mostrado la familia de Mateo por medio de su portavoz, que ha sufrido lo indecible por ser transmisor de la poca información que le permitía la investigación que ha dado con el presunto autor de este salvaje hecho, el asesinato de un niño que ha acabado en su muerte.

Hoy, ya con las cosas más sosegadas aunque manchadas de desgracia, si releemos los miles de mensajes vertidos por los indeseables en la red se nos cae en alma a los pies. Aún con el cadáver caliente de una criatura se dijo de todo y se ejerció la xenofobia.

No seré yo el que niegue que existe un problema con la inmigración ilegal y con la seguridad ciudadana, para nada.

Pero de ahí a pasar todas las líneas rojas y proponer la horca, el fusilamiento o el degollamiento preventivo, no cuenten conmigo.

Tanto como se defiende que nuestra forma de vida, nuestro ordenamiento o nuestra sociedad son los mejores de este mundo y no podemos permitir que se destruya, tampoco podemos permitir que desde dentro se dinamite enfilando el camino de una dictadura que dejamos atrás hace 46 años.

Lo importante y doliente es que han matado a un niño. Y ahora que ladren de nuevo los perros, esos que no pueden enseñar sus fotos ni mostrar sus nombres reales porque quizá desconocen la identidad de alguien a quien llamaron padre.

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