Ideología que defiende la preeminencia de un sector social sobre el resto, generalmente por razones de raza, sexo, origen o nacionalidad. Eso es, señoras y señores, ser un supremacista.
Esta semana andamos a vueltas con la discusión sobre esa financiación autonómica que todos critican, menos Pedro Sánchez, Puigdemont y ahora un poquito, Salvador Illa.
Los del PP, todos; entre los socialistas, Page y Lambán pero también Compromís en Valencia; y los vascos del PNV, como siempre, callados como en una espera de caza, a ver lo que cae.
Pero les hablaba de supremacistas al principio porque en esta bendita tierra parecemos siempre ser los perjudicados en todas las negociaciones y cuando abrimos el pico nos tachan de alborotadores.
Pensemos en financiación pero no olvidemos tampoco el agua. El presidente de Castilla-La Mancha ha sido claro en las dos problemáticas. No debemos pagar la fiesta del independentismo y las desaladoras están para usarlas. No hay más preguntas.
Eso sí, luego hay supremacistas con piel de cordero o, más bien, sombrero y azadón que gritan negando el cambio climático, renegando de la Agenda 2030 y de la Unión Europea pero cobran, y no poco, de todo lo que pueden ocupando puestos allá donde los haya sin dejar hueco a muchos de su partido. Eso es VOX, sí. Lo han adivinado. Si ellos no ejercen el supremacismo más que nadie en nuestra región, que venga Dios y lo vea.
Acabo ya con la alegría por felicitar a un buen amigo, un profesional como la copa de un pino, un trabajador incansable y un enamorado de esta bendita profesión.
Querido Ismael Barrios, tu merecido descanso de la actividad laboral llega estos días, pero estoy convencido que no te jubilarás nunca de un oficio que te atrapó hace 40 años y aún te seguirá llenando cada día. Enhorabuena.