Ayer concluyó la feria más importante del mundo taurino con la celebración de la
Corrida de Beneficencia.
Durante más de 30 días todas las figuras del toreo y aspirantes han hecho el paseíllo en Madrid en el mayor escaparate taurino del mundo.
Bien es sabida la exigencia de la afición venteña lo que hace que los triunfos allí tengan más importancia.
Tomás Rufo ha solventado sus dos paseíllos con una oreja en su primera tarde dejando la sensación de que Madrid se había vuelto a ilusionar con él todo ello dentro de la exigencia que siempre ha tenido hacia el de Pepino la plaza que le mandó a las ferias.
En su segunda tarde Tomás logró el respeto con una faena de enorme valor aún manso de libro con el que se jugó la vida en las tablas. Sólo la estocada desprendida evitó el trofeo pero no la tremenda ovación de despedida de una plaza con la que tiene una relación muy especial.
Superar la exigencia de la consolidación es algo que Tomás ha logrado este año en un serial en el que se han cortado muy pocos trofeos y que ha pesado a los espadas.
Rufo sale con el cartel muy alto en una temporada en la que Sevilla no le dio la más mínima opción pero en la que ya ha logrado triunfar en Castellón, Navalmoral, Talavera, Manizales, Toledo o el hito histórico de la Puerta de los Cónsules de Nimes.
Tomás es un torero que ha llegado para quedarse y que está superando las modas que cada temporada surgen en este arte. Por delante tiene retos de la importancia de Alicante, Pamplona o Santander pero la sensación es que estamos ya ante un torero en la cima al que, ni las trabas más penosas del mundo, podrán apartar de su objetivo.
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