El pasado lunes 8 de abril tuvo lugar en la
Biblioteca Eugenio Trías - Parque de El Retiro la presentación de
‘Autorretratos poéticos’, un libro en el que 140 poetas, cada uno en su estilo, a su manera y a su gusto, han querido compartir la experiencia de la
introspección y decirnos quién es, cómo se ve o cómo se imagina.
Entre ellos se encuentra el periodista talaverano Julián Garvín, que ha asegurado a La Voz del Tajo que “la presentación fue muy emotiva”, ya que de los 140 poetas que participan en el libro “leímos alrededor de 50 autores y fue una maratón poética muy bonita”.
Julián nos ha explicado que para él ha sido una bonita oportunidad para “retomar el pulso de la poesía, he sido padre recientemente y escribo menos de los que me gustaría. Fue un reencuentro muy bonito con compañeros en el que pudimos hablar sobre lo que significa la poesía para nosotros”.
Los autores fueron seleccionados por Enrique Gracia Trinidad y Alicia Arés, “que le han puesto mucho cariño. Es un libro muy bien hecho, muy bien cuidado con los textos muy bien tratados y estéticamente es precioso”, destaca Garvín y añade que “es una muy buena oportunidad para acercarse a la poesía de 140 autores que se autorretratan”.
La presentación estuvo abarrotada de gente y Garvín señala que “como representante de Talavera me sentí muy honrado, siempre llevo a la ciudad por bandera y me gusta en estas cosas poder aportar los colores de nuestra ciudad”.
En esta antología de autorretratos lo que en el fondo se intenta es levantar el velo que cubre lo que podría parecer un espejo donde reflejarse y descubrir que no es tal sino un laberinto en el que dejarse perder, en el que abandonarse. Encontrar el centro íntimo puede ser difícil, pero dar vueltas y más vueltas puede conseguir que lleguemos a ver muchos aspectos que tal vez desconocíamos.
‘HOY’, POEMA DE JULIÁN GARVÍN
Me busco en este espejo de letras
que brillan, negro sobre blanco,
en la pantalla desentrenada de rimas y versos.
Me miro asombrado y me cuento las canas.
Surco las arrugas nuevas con las yemas de los dedos
y, casi sin tiempo para pensar,
me brotan estas palabras viejas.
Me suben de las tripas, nacen en el ruido mismo
de la pereza.
Son la viva imagen de lo que fui y de lo que quiero ser.
Se forman en la boca para arrojarse,
al fin libres,
desde la punta de la lengua.
La última vez que hurgué entre las venas del pecho
era aún un tipo melancólico.
Uno de esos que se compadecen de la pena misma,
de los días azules del ejercicio de poeta.
Hoy, que insisto en revolver la tierra de mis muertos,
no soy el mismo.
No tengo tiempo de contar pesares
ni tampoco de buscar lúdicos recuerdos de juventud.
El día se ha vuelto frenético.
Se diluye en un ir y venir de ausencias.
Soy lo que soy: un manojo de dudas sin resolver.
Una piedra blanca y leve en el pozo sin fondo del amor.
Del amor de mis hijos... del amor por mis hijos.
El reflejo de esta noche infiel a mi palabra
ha cambiado para darme su más crítica certeza:
«no serás más un hombre solo».
Soy, ahora, una rama clavada en otras ramas.
Un árbol al que le han nacido
hojas en el otoño.
Un simulacro de incendio
ahogado sobre las olas del mar.
Tengo en los ojos una venda
que me protege de los malos momentos
que vendrán.
No existe lo que viene si no puedes verlo...
Mi voz resuena en un millón de ecos y mis manos,
que ya no son sólo mías,
acarician ese cabello nuevo.
Rozan la mejilla de los que acaban de llegar.
Llegaron cuando yo ya estaba
y ahora soy lo que quieran ellos.