El Padre Juan de Mariana (1536-1624) y Miguel de Cervantes (1547-1616) vivieron en el conocido como Siglo de Oro, aunque esta época de esplendor cultural en España durase más tiempo. Ambos siguieron caminos distintos, pero en sus vidas y obras se aprecia un paralelismo.
Miguel de Cervantes nació en Alcalá de Henares en 1547, donde residió hasta 1552 al trasladarse su familia a Valladolid. Posteriormente, se desplazarían a Madrid en 1566.
El talaverano Juan de Mariana marchó con diecisiete años a estudiar Artes y Teología en Alcalá de Henares, entrando en el noviciado de la Compañía de Jesús. Allí estuvo bajo la tutela de San Francisco de Borja y profesó en 1554 en Simancas, municipio situado a unos 14 km. de Valladolid.
Acabó su formación sacerdotal en el colegio jesuita de Roma y a partir de 1561 fue uno de sus mejores profesores. Cuatro años más tarde marchó a Loreto y luego fue enviado como profesor a Palermo en Sicilia. Tras permanecer ocho años en Italia, en 1569 fue a París, donde recibió el grado de doctor y permaneció cinco años enseñando Teología tomista en la Sorbona.
Miguel de Cervantes también se trasladó a Roma, pero en 1569 unos años más tarde que el Padre Mariana, al tener que salir precipitadamente de Madrid por haber causado una herida en un duelo. En la Ciudad Eterna el futuro cardenal Julio Acquaviva le tomó a su servicio como camarero hasta 1570. Al año siguiente, Cervantes participó en la Batalla de Lepanto. Aunque tullido de la mano izquierda, siguió en la milicia e intervendría, como soldado aventajado, en varias campañas, destacando las de Corfú, Modón, Navarino, Túnez o La Goleta.
Ambos personajes regresaron a España en fechas próximas. En 1574 fue aceptada la dimisión de Padre Juan de Mariana de su cátedra por aparentes motivos de salud y regresó a España, pasando por Flandes. Se instaló en el colegio de la Compañía en Toledo y en ese semirretiro se consagró a la redacción de sus libros, falleciendo en la Ciudad Imperial en 1624 a los ochenta y siete años.
Cervantes volvió a España al año siguiente que lo hiciera el Padre Mariana. En 1575 embarcó en Nápoles rumbo a Barcelona, pero cae prisionero de los turcos y pasa cinco años en Argel. Tras ser liberado en 1580, regresa a España y, aunque se centró en Madrid donde escribiría gran parte de sus obras y donde falleció en 1616, su espíritu inquieto o las necesidades del momento le harían emprender varios viajes. Primero a Lisboa, al estar allí la Corte de Felipe II para tratar de rentabilizar su figura de soldado, y posteriormente a varias ciudades andaluzas como comisario de abastos y recaudador de tasas, siendo encarcelado en 1592 y en 1594, estando varios años señalado por las deudas contraídas ante el erario público. En 1609 Cervantes sufre un breve encarcelamiento en Valladolid por un asesinato a las puertas de su casa debido a la mala fama de las Cervantas.
Otras de las coincidencias en la vida de ambos personajes es que el Padre Mariana también fue encarcelado en 1607, aunque por motivos muy distintos. Estuvo preso un año y medio en Madrid por orden de Felipe III y de su valido el Duque de Lerma a causa de su libro “De monetae mutatione” por las alusiones a los ministros que modificaron el peso de la moneda, denunciando duramente como robo la utilización por algunos gobernantes de la práctica que hoy llamaríamos inflación para financiar los gastos del Estado.
A pesar de las coincidencias de lugares en los que tanto Cervantes como el Padre Mariana estuvieron, aparentemente ambos personajes no llegaron a conocerse; sin embargo, sus planteamientos convergirían en aquellos años que les tocaron vivir.
Cervantes no cita al Padre Mariana en sus textos, especialmente en la obra póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda, con amplias referencias a la ciudad del Padre Mariana por donde pasan los personajes camino de Roma, o en su “Don Quijote”, cuya primera parte se publicó en 1605 y la segunda en 1615, ediciones posteriores a la “Historia general de España” de Mariana que se imprimió en Toledo en 1601.
Ahora bien, los principios y las enseñanzas de Cervantes en su inmortal obra con coincidentes con las expresadas por el Padre Mariana. Se puede destacar que, en el ámbito del buen gobierno, ambos siguen los principios de Aristóteles, que en su obra “Política” resaltaba que cuando el rey rompía con el orden social, la república, degeneraba en tiranía, una de las peores formas de gobierno.
El Padre Mariana recoge esta reflexión en “La dignidad real y la educación del rey”, precisando igualmente entre otras cuestiones, que era “propio de un buen rey defender la inocencia, reprimir la maldad, fomentar el bienestar y procurar a todos los miembros del reino la felicidad y todo género de bienes”. Asimismo, puntualizaba que el rey debía ser “humilde, tratable, accesible, amigo de vivir el mismo derecho que los demás”, mientras que el tirano degeneraba “en todo género de vicios, principalmente la codicia, la crueldad y la avaricia”.
En Cervantes se puede ver la libertad y el compromiso con los valores antes mencionados y, como precisan estudiosos de este tema, los postulados que don Quijote da a conocer en numerosas veces como deberes del caballero son aplicables a los del soberano, principios tendentes a promover el bien común recogidos por el Padre Mariana.
Entre las muchas citas contenidas en el Quijote, se puede destacar la contestación que dio Sancho para cuando estuviese en la silla de su Ínsula sobre el gobernar bien a sus vasallos, que no había que encargárselo: “porque yo soy caritativo de mío y tengo compasión de los pobres; y a quien cuece y amasa, no le hurtes hogaza… porque los buenos tendrán conmigo mano y concavidad, y los malos, ni pie ni entrada”. Asimismo, nuestro escritor nos enseña cómo deberían abandonar algunos gobernantes su puesto en la siguiente expresión que un estudiante formuló al sacarse a Sancho de una sima cuando cayó al dejar su gobierno: “Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de hambre, descolorido, y sin blanca, a lo que yo creo”.